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Camus Desmarais
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Notre Dame :: Off rol :: Papelera
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Camus Desmarais
Datos principales
Nombre completo: Camus Desmarais (Camus viene de Camillus –Camille no viene de ahí- que significa “el que de niño ayudó en los sacrificios”)
Edad: 21
Profesión: Soldado
Nacionalidad: Francés, aunque la mitad de su familia es Inglesa y él pasó su infancia allí.
Orientación sexual: Homosexual reprimido.
Descripciones
Descripción física: Es de complexión pequeña y delgada, mide un exiguo 1’71. Parece un adolescente, poco más que un niño. Tiene el cabello castaño oscuro, tal vez algo caoba, y la nariz recta y respingona. Aunque no es excesivamente blanco de piel, está siempre pálido y sólo toma color en los pómulos. Sus ojos son glaucos, herencia de su madre.
Imagen:
Descripción psicológica: Camus está desesperado. Es un chico tímido y silencioso al que le cuesta coger confianza con las personas, pero no es retraído en absoluto y su educación incentivó que fuera capaz de entablar conversaciones cordiales. Suele necesitar de alguien que le diga qué hacer o que le valga de apoyo porque emocionalmente es muy inestable: la falta de confianza lo lleva a la desesperación de encontrarse a sí mismo fuera de su núcleo familiar, que le ha traicionado. Por ello, también, odia la traición por encima de cualquier cosa, nunca la perdona y nunca la olvida. Es rencoroso y vengativo aunque, como suele ocurrir, no tiene potencial suficiente para llevar a cabo las venganzas por ello necesita, nuevamente, un punto de apoyo.
Datos personales
Historia: Camus fue el segundo hijo de un Lord inglés y la única hija de un Conde del Loira. Como hijo segundo (doce años menor que su hermano) y, viviendo en Inglaterra, sus padres esperaban poder enfocarlo a la carrera militar, no obstante, una forma física deficiente en su infancia hizo que se replantearan su camino abriendo así las puertas a la iglesia.
A los ocho años fue llevado a un monasterio en el sur de Escocia donde pasaba la época estival y la primavera. Después de dos años consecutivos allí, su madre decidió traerlo más cerca de Londres, de modo que volvió al hogar familiar, siendo asistido por dos sacerdotes y yendo diariamente al seminario. Pero la tranquilidad familiar no duró mucho. Ese mismo año, cuando Camus tenía diez años, su hermano de veintidós fue encontrado malherido en un suburbio de Londres: una prostituta que había contratado había decidido robarle y al encontrar resistencia, lo acuchilló, traspasándole el pulmón izquierdo y dañando la columna vertebral.
El suceso fue un escándalo, su hermano ya estaba comprometido por aquél entonces y contratar una prostituta de los muelles a pocos meses de la boda fue un agravio para la familia. Aquél suceso terrible hubiera calado hondo en el joven Camus, pero no lo habría trastocado como lo que realmente ocurrió.
Cuando su hermano fue encontrado, fue trasladado urgentemente al hospital y falleció dos días después. Camus había tenido que mantenerse alejado de todo el tumulto, orando en la capilla del Cardenal londinense, donde sólo le llegara un murmullo leve de lo acaecido.
La tercera noche después del suceso, el Cardenal mismo apareció en el cuarto austero del niño y lo despertó portando un candelabro ligero y una sotana simple de color negro. Mandó que se vistiera con ropas similares y lo guió hasta las criptas bajo la Abadía. Allí, Camus fue puesto al corriente de la muerte de su hermano, pero de la muerte horrible de su hermano. Su pobre hermano que había deshonrado tanto a Dios que éste todavía no estaba seguro de quererlo con él, de modo que sólo había matado su cuerpo de cuello hacia abajo.
El Cardenal fue directo: como su hermano, como su buen hermano, Camus debía, por el bien de su desgraciado hermano, asestarle una puñalada certera y profunda bajo la manzana de Adán, ayudando así a que Dios lo acogiera en su seno.
Camus lo hizo. Mirando a los ojos llorosos de su hermano, que tumbado en una lápida respiraba con dificultad, Camus clavó con todas su fuerzas la daga. Porque Camus creía en lo que le decía aquél hombre.
Años más tarde, sabría que las sotanas negras sólo habían buscado ocultar las marcas de sangre, no dar un aspecto honroso al sepelio de su hermano.
Desde aquél suceso con diez años hasta los catorce, Camus vivió una bruma confusa bañada por las tardes al sol en la terraza del castillo familiar y noches en vela rezando interminables rosarios paseando descalzo por la Abadía. Como heredero ahora de la fortuna familiar, Camus debía dejar su posible entrada en el clero para ocupar su puesto como Lord y Conde, pero el peso del asesinato -que comenzaba a perfilarse como tal, pasada la ingenuidad de la infancia- no dejaba que el muchacho abandonara los hábitos completamente.
En un desesperado intento porque su hijo aceptara su rol, su padre lo inscribió a clases de esgrima, donde resultó ser un total fracaso, pues temía el filo de las armas.
Poco más de un año después, el Cardenal cayó enfermo y la ciudad de Londres se comenzó a preparar para su entierro. Todavía unido en lo más profundo de su alma a él, Camus comenzó a acompañarlo en el lecho por las mañanas, después aunó las tardes y cuando el estado del hombre empeoró, comenzó a pasar las noches. Fue en una de ellas, cuando la vigilia casi lo había vencido, que Camus oyó como lo reclamaba el Cardenal.
Hasta entones el hombre había guardado silencio, sólo contándole al cirujano sus dolencias, esperando que las sangrías hicieran su efecto, pero casi al borde de la muerte, el hombre confesó. Fue aquella fatídica noche cuando Camus se enteró de que su propia madre había elaborado un plan de asesinato contra su hermano. Su hermano había tenido gustos disolutos que consistían en frecuentar a un varón, amigo de la infancia. Horrorizada ante tal comportamiento, acudió al Carenal en busca de ayuda, más que de apoyo. El Cardenal había convenido que aquella afrenta a Dios debía ser castigada, aunque no públicamente, ya que la familia no tenía porqué sufrir más por un hijo intolerable. El Cardenal también confesó, que había más que intenciones de justicia por su parte: Camus estaba tan unido a él que cuando fuera cabeza de familia, el Cardenal lo tendría comiendo de su mano. De este modo, su madre y el sacerdote urdieron un plan. Citando a su propio hijo en el muelle, su madre le asestó dos puñaladas que deberían haber acabado con su vida. Desgraciadamente no fue así y fue necesario la intervención de Camus. Que Camus matara finalmente a su hermano no fue más que otra manera de reafirmar el poder que el Cardenal tenía sobre él: había llegado a matar por consejo suyo.
Pero la historia del hombre continuó hasta llegar al motivo de sus males actuales. Finalmente la justicia actuaba y estaba siendo envenenado, según él opinaba, por aquél amante de su hermano.
El Cardenal había esperado que la historia conmoviera a Camus, tal vez entre dolores y breves alucinaciones no fue consciente de haber revelado de más, pero el joven de quince años hizo algo que jamás habría esperado el Cardenal. Mirándolo fijamente, Camus recogió el libro que había estado leyendo y partió de la habitación, dispuesto a no volver y a dejar que su mentor muriera entre los más grandes dolores posibles.
Aquél episodio hizo girar el mundo de Camus hasta que éste se desprendió de la niebla y algo dentro de él encontró la paz. Ya conocía a los asesinos de su hermano y él podía disculparse hasta cierto punto. Después de cinco años al borde de un suicidio que sólo su profunda fe había evitado, el muchacho encontró un modo de perdonarse. Retomó las clases de Esgrima y comenzó a destacar en el arte, el ejercicio le hacía olvidar. Y también pasó a interesarse en los negocios familiares, valiéndose la alegría de su padre y la mirada risueña de su madre. Pero sobretodo comenzó a interesarse en la política.
Pasados dos años, ya con diecisiete, Camus había podido vislumbrar la corrupción asquerosa y traicionera que imbuía los altos cargos eclesiásticos y con afán encontró los mismos reinando entre la corte y los políticos. Asqueado de todo ello, decidió empezar a cortarle el paso a aquella red nauseabunda que oprimía a todo honrado. Empezó a mezclarse con pequeños rebeldes y a jugar a las escaramuzas por Londres, robando documentos aquí y colándolos allá, esperando que los nobles y clérigos se destrozaran mutuamente. Fue, finalmente, atrapado y arrestado con diecinueve años.
Aquél suceso volvió a remover los cimientos de la sociedad Inglesa. Su padre consiguió un indulto para él y su cómplice en lugar de la horca, él fue desterrado y su compañero azotado públicamente 150 veces y marcado con la señal de traidor. Camus, que había tonteado veces suficientes con la guardia como para haberse hecho a la idea de que aquello podría pasar, no tomó el destierro como algo terrible, sino como un modo de deshacerse de la corrupción en algún otro lugar.
Fue desheredado hasta la muerte de su padre y sólo por ser el único heredero de la fortuna, dando igual cuántas generaciones se remontase. Antes de partir, su padre, sin comprender lo ocurrido y sintiéndose desgraciado por sus dos vástagos, le entregó una bolsa de francos y una recomendación para trabajar en la Hacienda Francesa, llorando a lágrima viva el castigo al que se enfrentaba.
Su madre estuvo enferma desde que se enteró de lo acontecido.
Camus, antes de marcharse, pidió un último favor a aquél compañero que había salvado la vida por estar con él: terminar con su madre. Eso sí, aclarándole justo antes de expirar, que su hermano no se acostaba con un amigo, sino con la hermana de éste y que, por tanto, siguiendo los cánones de aquella sociedad, su hermano no había merecido la muerte.
Cuando llegó a Francia, Camus agradeció la recomendación de su padre, pero pronto la desestimó y se enroló en la guardia, agradeciendo como nunca que todo aquél escándalo no llegara a salpicar su historial, ni que hubiera sido demasiado comentado en el cotilla París.
Familiares: Su padre sigue vivo, su madre fue asesinada dos meses después de que llegara a Francia.
Otros datos
Antecedentes: El comentado en la historia.
Enfermedades: De niño tenía una resistencia leve. Ahora sólo sufre insomnio.
Fobias, Gustos y Odios: Le tiene terror a las criptas y su mayor miedo es que le atraviesen la garganta con una daga (como él hizo con su hermano). Le gustan las ferias y las cosas llenas de vida y color. También los perros, que son leales y buenos. Odia a los homosexuales (por la equivocación que llevó a su hermano a la muerte, aunque tarde o temprano tendrá que superarlo o suicidarse, porque él sí lo es), detesta la traición por encima de cualquier cosa y cualquier asunto que sea deshonesto o ladino.
Nivel económico: Bajo. Aunque cobra decentemente en la guardia, no tiene ninguna herencia que lo respalde y gasta grandes sumas sin darse cuenta, lo que le impide ahorrar.
Otros: Tiene un perro grande y fuerte, una mezcla de mastín y dogo de color canela que le llega por la cintura, parece más un oso torpe y pequeño que un perro fiero. Es un animal leal y bueno que Camus quiere con locura.
De su época en Londres envuelto en trapicheos tiene un pendiente de aro dorado en la parte superior de la oreja derecha, una moda que instauraron los piratas.
Tiene un callo en el dedo índice de la mano izquierda, en el lado derecho en el segundo apéndice, ganado a base de pasar las cuencas de los interminables rosarios.
Nombre completo: Camus Desmarais (Camus viene de Camillus –Camille no viene de ahí- que significa “el que de niño ayudó en los sacrificios”)
Edad: 21
Profesión: Soldado
Nacionalidad: Francés, aunque la mitad de su familia es Inglesa y él pasó su infancia allí.
Orientación sexual: Homosexual reprimido.
Descripciones
Descripción física: Es de complexión pequeña y delgada, mide un exiguo 1’71. Parece un adolescente, poco más que un niño. Tiene el cabello castaño oscuro, tal vez algo caoba, y la nariz recta y respingona. Aunque no es excesivamente blanco de piel, está siempre pálido y sólo toma color en los pómulos. Sus ojos son glaucos, herencia de su madre.
Imagen:
Descripción psicológica: Camus está desesperado. Es un chico tímido y silencioso al que le cuesta coger confianza con las personas, pero no es retraído en absoluto y su educación incentivó que fuera capaz de entablar conversaciones cordiales. Suele necesitar de alguien que le diga qué hacer o que le valga de apoyo porque emocionalmente es muy inestable: la falta de confianza lo lleva a la desesperación de encontrarse a sí mismo fuera de su núcleo familiar, que le ha traicionado. Por ello, también, odia la traición por encima de cualquier cosa, nunca la perdona y nunca la olvida. Es rencoroso y vengativo aunque, como suele ocurrir, no tiene potencial suficiente para llevar a cabo las venganzas por ello necesita, nuevamente, un punto de apoyo.
Datos personales
Historia: Camus fue el segundo hijo de un Lord inglés y la única hija de un Conde del Loira. Como hijo segundo (doce años menor que su hermano) y, viviendo en Inglaterra, sus padres esperaban poder enfocarlo a la carrera militar, no obstante, una forma física deficiente en su infancia hizo que se replantearan su camino abriendo así las puertas a la iglesia.
A los ocho años fue llevado a un monasterio en el sur de Escocia donde pasaba la época estival y la primavera. Después de dos años consecutivos allí, su madre decidió traerlo más cerca de Londres, de modo que volvió al hogar familiar, siendo asistido por dos sacerdotes y yendo diariamente al seminario. Pero la tranquilidad familiar no duró mucho. Ese mismo año, cuando Camus tenía diez años, su hermano de veintidós fue encontrado malherido en un suburbio de Londres: una prostituta que había contratado había decidido robarle y al encontrar resistencia, lo acuchilló, traspasándole el pulmón izquierdo y dañando la columna vertebral.
El suceso fue un escándalo, su hermano ya estaba comprometido por aquél entonces y contratar una prostituta de los muelles a pocos meses de la boda fue un agravio para la familia. Aquél suceso terrible hubiera calado hondo en el joven Camus, pero no lo habría trastocado como lo que realmente ocurrió.
Cuando su hermano fue encontrado, fue trasladado urgentemente al hospital y falleció dos días después. Camus había tenido que mantenerse alejado de todo el tumulto, orando en la capilla del Cardenal londinense, donde sólo le llegara un murmullo leve de lo acaecido.
La tercera noche después del suceso, el Cardenal mismo apareció en el cuarto austero del niño y lo despertó portando un candelabro ligero y una sotana simple de color negro. Mandó que se vistiera con ropas similares y lo guió hasta las criptas bajo la Abadía. Allí, Camus fue puesto al corriente de la muerte de su hermano, pero de la muerte horrible de su hermano. Su pobre hermano que había deshonrado tanto a Dios que éste todavía no estaba seguro de quererlo con él, de modo que sólo había matado su cuerpo de cuello hacia abajo.
El Cardenal fue directo: como su hermano, como su buen hermano, Camus debía, por el bien de su desgraciado hermano, asestarle una puñalada certera y profunda bajo la manzana de Adán, ayudando así a que Dios lo acogiera en su seno.
Camus lo hizo. Mirando a los ojos llorosos de su hermano, que tumbado en una lápida respiraba con dificultad, Camus clavó con todas su fuerzas la daga. Porque Camus creía en lo que le decía aquél hombre.
Años más tarde, sabría que las sotanas negras sólo habían buscado ocultar las marcas de sangre, no dar un aspecto honroso al sepelio de su hermano.
Desde aquél suceso con diez años hasta los catorce, Camus vivió una bruma confusa bañada por las tardes al sol en la terraza del castillo familiar y noches en vela rezando interminables rosarios paseando descalzo por la Abadía. Como heredero ahora de la fortuna familiar, Camus debía dejar su posible entrada en el clero para ocupar su puesto como Lord y Conde, pero el peso del asesinato -que comenzaba a perfilarse como tal, pasada la ingenuidad de la infancia- no dejaba que el muchacho abandonara los hábitos completamente.
En un desesperado intento porque su hijo aceptara su rol, su padre lo inscribió a clases de esgrima, donde resultó ser un total fracaso, pues temía el filo de las armas.
Poco más de un año después, el Cardenal cayó enfermo y la ciudad de Londres se comenzó a preparar para su entierro. Todavía unido en lo más profundo de su alma a él, Camus comenzó a acompañarlo en el lecho por las mañanas, después aunó las tardes y cuando el estado del hombre empeoró, comenzó a pasar las noches. Fue en una de ellas, cuando la vigilia casi lo había vencido, que Camus oyó como lo reclamaba el Cardenal.
Hasta entones el hombre había guardado silencio, sólo contándole al cirujano sus dolencias, esperando que las sangrías hicieran su efecto, pero casi al borde de la muerte, el hombre confesó. Fue aquella fatídica noche cuando Camus se enteró de que su propia madre había elaborado un plan de asesinato contra su hermano. Su hermano había tenido gustos disolutos que consistían en frecuentar a un varón, amigo de la infancia. Horrorizada ante tal comportamiento, acudió al Carenal en busca de ayuda, más que de apoyo. El Cardenal había convenido que aquella afrenta a Dios debía ser castigada, aunque no públicamente, ya que la familia no tenía porqué sufrir más por un hijo intolerable. El Cardenal también confesó, que había más que intenciones de justicia por su parte: Camus estaba tan unido a él que cuando fuera cabeza de familia, el Cardenal lo tendría comiendo de su mano. De este modo, su madre y el sacerdote urdieron un plan. Citando a su propio hijo en el muelle, su madre le asestó dos puñaladas que deberían haber acabado con su vida. Desgraciadamente no fue así y fue necesario la intervención de Camus. Que Camus matara finalmente a su hermano no fue más que otra manera de reafirmar el poder que el Cardenal tenía sobre él: había llegado a matar por consejo suyo.
Pero la historia del hombre continuó hasta llegar al motivo de sus males actuales. Finalmente la justicia actuaba y estaba siendo envenenado, según él opinaba, por aquél amante de su hermano.
El Cardenal había esperado que la historia conmoviera a Camus, tal vez entre dolores y breves alucinaciones no fue consciente de haber revelado de más, pero el joven de quince años hizo algo que jamás habría esperado el Cardenal. Mirándolo fijamente, Camus recogió el libro que había estado leyendo y partió de la habitación, dispuesto a no volver y a dejar que su mentor muriera entre los más grandes dolores posibles.
Aquél episodio hizo girar el mundo de Camus hasta que éste se desprendió de la niebla y algo dentro de él encontró la paz. Ya conocía a los asesinos de su hermano y él podía disculparse hasta cierto punto. Después de cinco años al borde de un suicidio que sólo su profunda fe había evitado, el muchacho encontró un modo de perdonarse. Retomó las clases de Esgrima y comenzó a destacar en el arte, el ejercicio le hacía olvidar. Y también pasó a interesarse en los negocios familiares, valiéndose la alegría de su padre y la mirada risueña de su madre. Pero sobretodo comenzó a interesarse en la política.
Pasados dos años, ya con diecisiete, Camus había podido vislumbrar la corrupción asquerosa y traicionera que imbuía los altos cargos eclesiásticos y con afán encontró los mismos reinando entre la corte y los políticos. Asqueado de todo ello, decidió empezar a cortarle el paso a aquella red nauseabunda que oprimía a todo honrado. Empezó a mezclarse con pequeños rebeldes y a jugar a las escaramuzas por Londres, robando documentos aquí y colándolos allá, esperando que los nobles y clérigos se destrozaran mutuamente. Fue, finalmente, atrapado y arrestado con diecinueve años.
Aquél suceso volvió a remover los cimientos de la sociedad Inglesa. Su padre consiguió un indulto para él y su cómplice en lugar de la horca, él fue desterrado y su compañero azotado públicamente 150 veces y marcado con la señal de traidor. Camus, que había tonteado veces suficientes con la guardia como para haberse hecho a la idea de que aquello podría pasar, no tomó el destierro como algo terrible, sino como un modo de deshacerse de la corrupción en algún otro lugar.
Fue desheredado hasta la muerte de su padre y sólo por ser el único heredero de la fortuna, dando igual cuántas generaciones se remontase. Antes de partir, su padre, sin comprender lo ocurrido y sintiéndose desgraciado por sus dos vástagos, le entregó una bolsa de francos y una recomendación para trabajar en la Hacienda Francesa, llorando a lágrima viva el castigo al que se enfrentaba.
Su madre estuvo enferma desde que se enteró de lo acontecido.
Camus, antes de marcharse, pidió un último favor a aquél compañero que había salvado la vida por estar con él: terminar con su madre. Eso sí, aclarándole justo antes de expirar, que su hermano no se acostaba con un amigo, sino con la hermana de éste y que, por tanto, siguiendo los cánones de aquella sociedad, su hermano no había merecido la muerte.
Cuando llegó a Francia, Camus agradeció la recomendación de su padre, pero pronto la desestimó y se enroló en la guardia, agradeciendo como nunca que todo aquél escándalo no llegara a salpicar su historial, ni que hubiera sido demasiado comentado en el cotilla París.
Familiares: Su padre sigue vivo, su madre fue asesinada dos meses después de que llegara a Francia.
Otros datos
Antecedentes: El comentado en la historia.
Enfermedades: De niño tenía una resistencia leve. Ahora sólo sufre insomnio.
Fobias, Gustos y Odios: Le tiene terror a las criptas y su mayor miedo es que le atraviesen la garganta con una daga (como él hizo con su hermano). Le gustan las ferias y las cosas llenas de vida y color. También los perros, que son leales y buenos. Odia a los homosexuales (por la equivocación que llevó a su hermano a la muerte, aunque tarde o temprano tendrá que superarlo o suicidarse, porque él sí lo es), detesta la traición por encima de cualquier cosa y cualquier asunto que sea deshonesto o ladino.
Nivel económico: Bajo. Aunque cobra decentemente en la guardia, no tiene ninguna herencia que lo respalde y gasta grandes sumas sin darse cuenta, lo que le impide ahorrar.
Otros: Tiene un perro grande y fuerte, una mezcla de mastín y dogo de color canela que le llega por la cintura, parece más un oso torpe y pequeño que un perro fiero. Es un animal leal y bueno que Camus quiere con locura.
De su época en Londres envuelto en trapicheos tiene un pendiente de aro dorado en la parte superior de la oreja derecha, una moda que instauraron los piratas.
Tiene un callo en el dedo índice de la mano izquierda, en el lado derecho en el segundo apéndice, ganado a base de pasar las cuencas de los interminables rosarios.
Camus Desmarais- Eta
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