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Depresión de la dama Domecq
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Depresión de la dama Domecq
Alexander había estado experimentando un exceso de trabajo espantoso en la inquisición, cada día eran más los idiotas que hacían ritos mágicos o mataban a alguien… en fin, la ciudad era una locura, el papeleo, los juicios, los familiares que rogaban a sus pies y los besaban para que les ayudara con sus familiares, los ineptos soldados de la guardia… todo era una locura, estaba más tenso que de costumbre y quizá el ver a su prima desplazándose triste por ahí los primeros días decidió ignorarlo, al carajo, las mujeres y los donceles de todo lloraban y hacían drama… si lo sabría él, además estaban discutiendo la escuela a la que asistiría su pequeña niña porque no quería que fuera una loca con ideas extravagantes como su primita. Estaba arreglado maravillosamente para ese día, le tocaba hacerle juicio a un par de burgueses y se iba a divertir muchísimo mandando al diablo a todos sus ricos familiares, su delicioso aroma a colonia varonil y sobre todo sus pantalones negros pegados y a la cintura, junto con su camisa impecablemente blanca llena de olanes y una fajilla azul marino que combinaba perfecto con su larga gabardina negra abierta. Sus ojos oscuros repasaron su silueta en el espejo, la sierva esperaba tras él por si le hacía falta algo más, hizo una seña con una mano para que se retirara y al voltear a ver a la puerta la vio otra vez, ya iba una semana que la veía igual.
Alexander L. Armengaud- Dseta
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Re: Depresión de la dama Domecq
Y allí iba el manojo de nostalgia que quedaba de la imponente y hermosa Aimée, no le había dicho a nadie lo que le aquejaba pero la atormentaba noche y día… Iba con sus ropas sucias y ensangrentadas por la casa, con una cobija a su espalda con la que se envolvía y sólo dejaba ver sus desordenados cabellos rubios, se le escuchaba sollozar bajito bajo aquel trapo sucio, se la pasaba así, ahora la rutina era ir a su cuarto y tirarse en el sillón mirando hacia la ventana como un cuerpo sin vida, negándose a comer con decencia, las siervas murmuraban de ella en la cocina, lo sabía perfectamente, les daba mucho gusto verla tan desmejorada, a ella que su arrogancia y belleza no tenía límites y que ahora había caído en desgracia. Miró de repente que una barrera cálida y que olía agradable se interponía en su camino a su habitación y subió la mirada poco a poco encontrándose con los severos ojos de su primo mirándole maligno, le miró decaída preguntándose lo que querría el otro.
Aimée E. Domecq- Eta
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Re: Depresión de la dama Domecq
-Aimèe, cheriè…- Intentó tener decencia en sus palabras –Siento mucho que tengas algo que te aqueje de esta manera, pero lamentablemente ya no puedes seguir aquí así, llevas una semana entera de la misma manera y la verdad es que mañana vamos a tener visitas importantes y sería bueno que fueras mejorando desde hoy porque de eso depende que sigan todos holgazaneando aquí mientras yo y Marc destripamos gente lejos de aquí- Al notar que estaba buscando otro camino para esquivarlo dio un paso y la tomó de un hombro de forma brusca buscándole la mirada azul entre los desordenados y sucios cabellos que le cubrían el rostro con una mirada atemorizante porque las palabras de ella lo hacían querer abofetearla en ese mismo momento –¡Oye! ¡Escucha! Además temo que no le gustará a Marc saber que te dejamos así… no le va a gustar nada encontrarte así ¿Entiendes?- Le dijo intentando ser claro en lo que trataba de decir y mantener la cabeza fría, afortunadamente lo había agarrado de buenas.
Alexander L. Armengaud- Dseta
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Re: Depresión de la dama Domecq
-Es claro que… Te importa un carajo lo que me aqueja…- Le dijo mirándolo a los ojos con los suyos ojerosos y llenos de lágrimas, el maquillaje corrido en su rostro podía notarse aún entre esos cabellos rubios revueltos. -¡Sólo te importan tus putas visitas! ¡Vete a la mierda!- Le exclamó intentando tomar otro camino pero entonces el otro la tomó con fuerza del hombro haciéndola mirarlo, no pudo evitar sollozar más audible -¡Suéltame Alexander!- Le exigió intentando deshacerse de su agarre mirándole con furia pero era muy fuerte para ella que ahora estaba tan débil -¡Di lo que quieras! ¡Que me volví loca! ¡Qué me volví una ramera y me largué! ¡Lo que quieras pero deja de meterte en mis asuntos! ¡No voy a arruinar tus apariencias! ¡Grr! ¡Eso tenlo por seguro, no tendrás rastros de mí!- Le gritaba como una loca intentando soltarse de él hasta que lo logró porque Alexander sólo se quedó con la cobija en la mano y un trozo de la manga de su vestido dándose cuenta de cómo estaba. Aimée se sintió amenazada y lo abofeteó en un estridente sonido. -¡Entrometido!-
Aimée E. Domecq- Eta
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Re: Depresión de la dama Domecq
Le había tomado con tanta fuerza porque lo hacía enfurecer su actitud tan malditamente dramática, él que sólo quería que siguieran pensando bien de ella y le pagaba de esa manera, que se fuera a la mierda ella, le jaló tan fuerte como pudo hasta que se quedó con la cobija y el trozo de sus ropas en las manos -¡Maldita sea!- La observó fúrico y antes de que pudiera decirle nada al recorrerle con la mirada abrió más grandes los ojos dándose cuenta de lo que le pasaba, por la sangre en la falda de su vestido ¿Había perdido un hijo?... Carajo… Pero ella seguía gritando como una loca, retrocedió un paso al verle acercarse fúrica contra él pero una vez que su rostro se volteó por aquel golpe sus ojos como los de una fiera le enfocaron y se dejó llevar por la furia como endemoniado tomándola del cuello y llevándola cual guiñapo contra la pared mirándola fijo -¡Vas a obedecer mis ordenes en esta casa así tenga que lograrlo por la fuerza! ¡Te quiero lista mañana, no estoy negociando Eirén!... ¡Maldita arpía despreciable…!- Le siseó aquellas palabras mirándole fijo a los ojos con una imponencia a la que nadie nunca se había negado, pero conocía a esa chica, era una fierecilla e incluso en esas condiciones se debatía de ese agarre por lo que la soltó y la tomó de las ropas lanzándola lejos de él –¡A un lado, tengo asuntos importantes!- Le dijo molesto.
Alexander L. Armengaud- Dseta
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Re: Depresión de la dama Domecq
Aimée nunca pudo prever lo loco que su primo estaba hasta ese momento en el que esa mirada en la que juró haber visto al mismo Satanás en el castaño la dejó helada por unos instantes mientras la acorralaba con esa brusquedad, pero sólo se enfureció más debatiéndose de él y rasguñando su mano en sus esfuerzos de que la soltara -¡Idiotah...me... lastimas!...- Gimió apretando los dientes para soportar cómo le violentaba, cuando le soltó se dobló sobre sí misma tosiendo un poco y cuando la apartó así fue el tiro de gracia, tomó uno de los jarrones y se lo lanzó con tanta fuerza que la fina pieza de cristal se hizo pedazos con el impacto en la gran espalda de su primo, justo cuando el otro dio la media vuelta enfurecido hacia ella se dio cuenta de su error retrocediendo un par de pasos y echando a correr.
Aimée E. Domecq- Eta
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Re: Depresión de la dama Domecq
Alexander ya estaba muy molesto pero cuando ese esperpento de mujer lo agredió de esa manera mientras se marchaba fue la última oportunidad de piedad para ella, se dio la media vuelta convencido de darle su merecido y la capturó de los cabellos revueltos arrastrándola hacia él y haciendo que le mirara y antes de que pudiera abofetearla como merecía las pequeñas manos de su ángel se colgaron de su poderoso brazo que había levantado para golpearla, sin soltar a la otra de los cabellos porque se había trabado allí por el coraje volteó a mirar extrañado a quién se había atrevido a interrumpirlo mirándolo aún con la furia en sus ojos apagándose poco a poco ante las orbes esmeralda del otro pintando una cuestión en ellos. ¿Porqué la defendía?...
Alexander L. Armengaud- Dseta
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Re: Depresión de la dama Domecq
Era muy temprano y Dion ya había sostenido una pelea con Alexander, para variar, como ocurría siempre, Alexander quería hacer su sacrosanta voluntad, esperando a que Dion no se molestara en replicar o decir las cosas que no le parecían, cosa que nunca ocurría.
Si habían acordado criar a la pequeña juntos era porque de ambos dependía la responsabilidad de educarla, no por algo Dion había admitido a la niña, que al inicio era una bastarda sin apellido, en esa casa, que también era su hogar. Alexander se limitó a proponer una escuela de un excelente nivel, a la cual solamente la alta sociedad de París asistía, pero era un internado, y en él, Dion veía el pretexto perfecto de Alexander para no pasar tiempo con su hija, y su puesto lo era todo en el tribunal, pero para Dion ya había cosas más importantes.
La familia, su familia, por muy extraña que ésta fuera, quería que sus primos formaran parte de algo, a lo que todos pudieran pertenecer...
Pero eso era algo que no comentaba nunca con Alexander, porque lo tachaba de dramático, exagerado y sentimental, y se odiaba porque a veces sí lo era.
Escuchó gritos provenientes de la escalera, y se aseguró de que su hija estuviera en su habitación, una de las sirvientas la peinaba con esmero y ella jugaba con ua muñeca que Aimée le había regalado, quizá para ganarse la simpatía de Dion.
El alboroto se hizo más notorio y Dion se alarmó en cuanto escuchó algo que se rompía, algo de vidrio, y corrió hacia donde estaban ellos, Aimée y Alexander, que estaba a punto de golpearla. Pudo contenter el brazo de Alexander antes de que se impactara contra el rostro de la rubia, y de no haber tenido más cuidado, él hubiera acabado rodando escaleras abajo.
-¡Alex, detente!- Conocía a la perfección a Alexander cuando perdía los estribos, lo que ocurría muy a menudo. No pudo fijarse en la reacción de él, porque el rostro y la figura de Aimée lo desconcertaron por completo. ¿Cuánto tiempo había pasado así? ¿Por qué ninguno de ellos había notado nada?. Dion dijo el nombre de la rubia en un suspiro, como si realmente no estuviera viendo a la misma mujer que conocía de hace poco.
Si habían acordado criar a la pequeña juntos era porque de ambos dependía la responsabilidad de educarla, no por algo Dion había admitido a la niña, que al inicio era una bastarda sin apellido, en esa casa, que también era su hogar. Alexander se limitó a proponer una escuela de un excelente nivel, a la cual solamente la alta sociedad de París asistía, pero era un internado, y en él, Dion veía el pretexto perfecto de Alexander para no pasar tiempo con su hija, y su puesto lo era todo en el tribunal, pero para Dion ya había cosas más importantes.
La familia, su familia, por muy extraña que ésta fuera, quería que sus primos formaran parte de algo, a lo que todos pudieran pertenecer...
Pero eso era algo que no comentaba nunca con Alexander, porque lo tachaba de dramático, exagerado y sentimental, y se odiaba porque a veces sí lo era.
Escuchó gritos provenientes de la escalera, y se aseguró de que su hija estuviera en su habitación, una de las sirvientas la peinaba con esmero y ella jugaba con ua muñeca que Aimée le había regalado, quizá para ganarse la simpatía de Dion.
El alboroto se hizo más notorio y Dion se alarmó en cuanto escuchó algo que se rompía, algo de vidrio, y corrió hacia donde estaban ellos, Aimée y Alexander, que estaba a punto de golpearla. Pudo contenter el brazo de Alexander antes de que se impactara contra el rostro de la rubia, y de no haber tenido más cuidado, él hubiera acabado rodando escaleras abajo.
-¡Alex, detente!- Conocía a la perfección a Alexander cuando perdía los estribos, lo que ocurría muy a menudo. No pudo fijarse en la reacción de él, porque el rostro y la figura de Aimée lo desconcertaron por completo. ¿Cuánto tiempo había pasado así? ¿Por qué ninguno de ellos había notado nada?. Dion dijo el nombre de la rubia en un suspiro, como si realmente no estuviera viendo a la misma mujer que conocía de hace poco.
Dion Armengaud Leblanc- Eta
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Re: Depresión de la dama Domecq
Aimée cerraba los ojos con fuerza y un par de lágrimas corrieron por sus mejillas -Lo siento... lo siento Alexander...- Se disculpó bajo aferrándose a sus ropas, dejó escuchar un jadeo al sentir lo que iba a hacer y entonces, pero entonces Dion apareció, fue extraño porque ella pensó que la detestaba y ahora ¿eso?... pegó las manos a su pecho cuando la soltó y se dejó caer al piso compactándose en él mientras sollozaba, lamentablemente debía esperar una reacción así del otro, ya obligándose a pensar cuerdamente fue un milagro que no la callara desde antes.
Aimée E. Domecq- Eta
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Re: Depresión de la dama Domecq
El otro la soltó al escucharlo y se acomodó las ropas en un movimiento brusco mientras no dejaba de observarlo, él no entendía bien lo que ocurría porque bueno... él tenía entendido que Aimèe era... hombre ¿no? ¿Qué significaba eso que había visto? Quizá eso le decía la familia para ocultarla de los demás, para no compartirla ¿O qué demonios? Estaba muy confundido con eso y también porque al ver el rostro de su ángel tuvo la sensación de avivar las escenas que su padre les hacía vivir... no volvería a perder los estribos con ella, nunca más, era un idiota. Por eso su ángel era tan importante en su vida, para salvarlo de sí mismo.
Desvió la mirada confundido y tomó con delicadeza el rostro de su ángel para que lo mirara -Encárgate de ella entonces... dile que no puede permanecer así en esta casa, es lo único que estaba intentando decirle, sabes muy bien porqué, Dion- Le dijo serio, aún portándose algo reacio con él por la pelea de esa mañana después volteó a mirarla de forma severa -¡De ahora en adelante ten cuidado con tus palabras, mujer!- Le amenazó tomando su espada de la mesa que estaba a un lado y plantó un beso en los labios del otro como de costumbre -Me voy, regreso tarde- Le informó sin más bajando las escaleras como un relámpagó y perdiéndose de la vista de ese par. Fue a despedirse de su pequeña asegurándole que no pasaba nada y al fin se marchó. Tenía asuntos muy importantes que atender ese día.
Desvió la mirada confundido y tomó con delicadeza el rostro de su ángel para que lo mirara -Encárgate de ella entonces... dile que no puede permanecer así en esta casa, es lo único que estaba intentando decirle, sabes muy bien porqué, Dion- Le dijo serio, aún portándose algo reacio con él por la pelea de esa mañana después volteó a mirarla de forma severa -¡De ahora en adelante ten cuidado con tus palabras, mujer!- Le amenazó tomando su espada de la mesa que estaba a un lado y plantó un beso en los labios del otro como de costumbre -Me voy, regreso tarde- Le informó sin más bajando las escaleras como un relámpagó y perdiéndose de la vista de ese par. Fue a despedirse de su pequeña asegurándole que no pasaba nada y al fin se marchó. Tenía asuntos muy importantes que atender ese día.
Alexander L. Armengaud- Dseta
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Re: Depresión de la dama Domecq
Dion la miró aún consternado, llevaba las ropas ensangrentadas y en seguida notó que eso no había sido obra de Alexander, estaba en un estado deplorable en el que Dion jamás pensó verla.Sabía que Alexander no lo golpearía, pero lo que no sabía con certeza era si podría frenar ese instinto tan letal que él poseía, y que Dion adoraba en silencio, a la vez que le causaba algo de temor; quizá por eso cerró un poco los ojos al inicio, y después se sintió satisfecho cuando él se detuvo.
No le replicó nada a Alexander sólo para no revivir la pelea matinal, aunque tarde o temprano la retomarían, pero ese no era precisamente lo más importante en ese momento.Asintió con la cabeza levemente, clavando sus orbes verdes en Alexander y en el beso fugaz que dio como despedida, podría jurar, por los viejos dioses y por los nuevos, que no importaba lo que Alexander hiciera, él siempre lo amaría con esa intensidad, la que no pregunta un porqué.
Se acercó lentamente a Aimée una vez que la puerta se cerró, no sabía si respondería de manera violenta, por lo que no se atrevió a tocarla.
-¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?- Quizá eran unas preguntas obvias, pero la preocupación en los ojos de Dion sólo se mostraba que quería ayudarla.
No le replicó nada a Alexander sólo para no revivir la pelea matinal, aunque tarde o temprano la retomarían, pero ese no era precisamente lo más importante en ese momento.Asintió con la cabeza levemente, clavando sus orbes verdes en Alexander y en el beso fugaz que dio como despedida, podría jurar, por los viejos dioses y por los nuevos, que no importaba lo que Alexander hiciera, él siempre lo amaría con esa intensidad, la que no pregunta un porqué.
Se acercó lentamente a Aimée una vez que la puerta se cerró, no sabía si respondería de manera violenta, por lo que no se atrevió a tocarla.
-¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?- Quizá eran unas preguntas obvias, pero la preocupación en los ojos de Dion sólo se mostraba que quería ayudarla.
Dion Armengaud Leblanc- Eta
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Re: Depresión de la dama Domecq
Se quedó allí sollozando por unos segundos mientras escuchaba al otro y se compactó más al escuchar su amenaza, no tuvo porqué tratarla así, pero finalmente era un Armengaud por mucho que odiara recordar a ese idiota de su padre o la misma sangre de las idiotas de sus madres, era una carga genética contra la que ninguno de ellos podía luchar. Odió el momento en el que pensó que las cosas podían ser diferentes y se juró que Alexander Armengaud iba a pagar esa osadía y ella se haría cargo de ello. Por ahora, le tendría algo de compasión porque Dion Armengaud se había portado adorable, dio un saltito al escucharlo tan cerca y limpiándose las lágrimas se obligó a mirarlo -Creo que sí...- Le contestó mientras se sentaba en la alfombra con una mirada perdida en el piso y los ojos volvían a llenársele de lágrimas, la ira comenzó a pintarse poco a poco en esas orbes azules. -¡Maldita sea! Yo... lo mandé al demonio porque... porque... me ignoró toda la puta semana y... ahora resulta que le importa mucho la... apariencia que podamos darle a sus... malditas visitas...- Le explicó como pudo llevándose las manos al rostro para cubrirse del otro. -¡Extraño mucho a Marc!- Le confesó mientras dejaba escuchar otro dolido sollozo.
Marc había sido enviado por Alexander a España para representarlo en la sede que la inquisición tenía allí, a él le era imposible asistir por lo que mandó a su primo en el que confiaba ciegamente ahora. Pero ella no estaba segura si iba a contarle a su regreso lo que le había sucedido, él también regresaba al día siguiente justo a tiempo para las visitas del cabrón de Alexander.
-Estoy tan apenada... tú no debías verme así, lo siento tanto...- Musitó bajo.
Marc había sido enviado por Alexander a España para representarlo en la sede que la inquisición tenía allí, a él le era imposible asistir por lo que mandó a su primo en el que confiaba ciegamente ahora. Pero ella no estaba segura si iba a contarle a su regreso lo que le había sucedido, él también regresaba al día siguiente justo a tiempo para las visitas del cabrón de Alexander.
-Estoy tan apenada... tú no debías verme así, lo siento tanto...- Musitó bajo.
Aimée E. Domecq- Eta
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Re: Depresión de la dama Domecq
Dion se agachó a ayudarla, quitándole los mechones rubios de la cara, al menos ahora que no estaba Alexander podía hablar con ella y saber qué había pasado, y de paso arreglarla, porque si él llegaba y no la encontraba al menos con algo de decencia en su apariencia, el problema se haría más grave.
—No pasa nada, ven —le dijo bajito como en busca de su confianza, mientras se incaba frente a ella y le quitaba unos mechones de cabello rubio de la cara, quería no escandalizarse pero su vestido estaba lleno de sangre y eso lo asustaba un poco.
—¿Mami? —preguntó la pequeña Sophie desde el pasillo.
—Está bien Cherie, la tía Aimèe se siente un poco mal, dile a una de las mujeres que jueguen contigo —le dijo a su pequeña hija, que sólo abrazó más a su muñeca y dudó un poco antes de caminar de vuelta a su habitación.
—Mandaré a que te preparen un baño, yo te ayudaré —le dijo tomándola del brazo para que no cayera.
—¿Qué es lo que pasó? ¿quieres que mande traer a un médico? —le preguntó clavando sus orbes verdes en las ajenas. Entendía que extrañara a Marc, Alexander tenía muy poco tacto para cualquiera que no fuera él. Y Dion había estado tan atareado que se había olvidado de todo.
Aún así esperaba que ella le cediera un poco de confianza, porque ellos no eran precisamente cercanos.
—No pasa nada, ven —le dijo bajito como en busca de su confianza, mientras se incaba frente a ella y le quitaba unos mechones de cabello rubio de la cara, quería no escandalizarse pero su vestido estaba lleno de sangre y eso lo asustaba un poco.
—¿Mami? —preguntó la pequeña Sophie desde el pasillo.
—Está bien Cherie, la tía Aimèe se siente un poco mal, dile a una de las mujeres que jueguen contigo —le dijo a su pequeña hija, que sólo abrazó más a su muñeca y dudó un poco antes de caminar de vuelta a su habitación.
—Mandaré a que te preparen un baño, yo te ayudaré —le dijo tomándola del brazo para que no cayera.
—¿Qué es lo que pasó? ¿quieres que mande traer a un médico? —le preguntó clavando sus orbes verdes en las ajenas. Entendía que extrañara a Marc, Alexander tenía muy poco tacto para cualquiera que no fuera él. Y Dion había estado tan atareado que se había olvidado de todo.
Aún así esperaba que ella le cediera un poco de confianza, porque ellos no eran precisamente cercanos.
Dion Armengaud Leblanc- Eta
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Re: Depresión de la dama Domecq
Aimèe le miró ilusionada cuando se ofreció a ayudarla y entonces comprendió el sobrenombre que siempre le decía el bruto de Alexander al ojiverde, "Ángel"... Al ver a la niña bajó la mirada, estaba muy apenada de la escena que le estaba ofreciendo, agradeció que no hiciera más preguntas y se marchara, dejó que la levantara negando con la cabeza -Estoy bien...- Comentó bajo -A lo que me refiero es que... no necesito un doctor...- Se sujetó a él bien para estabilizarse un poco y al estar de pie se alejó con algo de vergüenza, estaba muy poco presentable y con sinceridad muy desaseada como para arruinar el perfecto arreglo del castaño -Yo... fui muy tonta al desquitarme con Alexander... fue mi culpa...- Dijo bajo desviando la mirada mientras dejaba escuchar un profundo y dolido sollozo -Es... sólo que... mi... mi hijo...- Musitó llevándose las manos al rostro -Estaba tan emocionada... y noh... ¡Oh Dion!...- Intentaba explicarle lo sucedido sin poder dejar de llorar, no pudo caminar más, cada que pensaba en ello la embargaba una gran tristeza que era más fuerte que ella.
Aimée E. Domecq- Eta
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Re: Depresión de la dama Domecq
Dion la tomó por los brazos hasta llegar a sus codos para lograr que se levantara, y en cuando una de las siervas apareció dentro de su campo visual, le ordenó que prepararan la tina de la habitación de Aimée cuanto antes, que preparara ropa limpia y ligera, algo como una bata o un camisón de dormir para que ella estuviera más cómoda.
Comenzó a soltarla una vez que estuvo de pie y ella sintió la necesidad de alejarse un poco. —No pasa nada, Alex tampoco fue la persona más cortés contigo, sabes que pierde fácilmente los estribos, más cuando se trata de sus compromisos sociales —dijo, como restándole importancia a todo el pleito e intentando vagamente que ella dejara de culparse, e incluso respetó su decisión de no traer a un doctor.
Miró cómo ella comenzaba a desquebrajarse una vez más y en cuanto escuchó lo del hijo no pudo evitar sorprenderse a tal grado de llevarse una mano a la boca como un acto reflejo; después, pese a todo pronóstico y a pesar de su estado, la abrazó para dejar que se desahogara si eso era lo que ella quería.
—¿Cómo pasó esto? ¿Nadie lo sabía, Aimée? —le preguntó bajito sin soltarla, Marc no podía verla en ese estado sin pensar lo peor.
Comenzó a soltarla una vez que estuvo de pie y ella sintió la necesidad de alejarse un poco. —No pasa nada, Alex tampoco fue la persona más cortés contigo, sabes que pierde fácilmente los estribos, más cuando se trata de sus compromisos sociales —dijo, como restándole importancia a todo el pleito e intentando vagamente que ella dejara de culparse, e incluso respetó su decisión de no traer a un doctor.
Miró cómo ella comenzaba a desquebrajarse una vez más y en cuanto escuchó lo del hijo no pudo evitar sorprenderse a tal grado de llevarse una mano a la boca como un acto reflejo; después, pese a todo pronóstico y a pesar de su estado, la abrazó para dejar que se desahogara si eso era lo que ella quería.
—¿Cómo pasó esto? ¿Nadie lo sabía, Aimée? —le preguntó bajito sin soltarla, Marc no podía verla en ese estado sin pensar lo peor.
Dion Armengaud Leblanc- Eta
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Re: Depresión de la dama Domecq
-Noh... nadieh...- Contestó entre sollozos abrazándolo con toda la fuerza que tenía entre su gran tristeza, olía tan bien y estaba tan cálido, ese hombre irradiaba paz -Era una sorpresa... iba ah... revelarlo a su regreso...- Intentó decirle sin poder dejar de llorar pero ya no tan intensamente ahora sólo sus lagrimas llenaban sus grandes ojos y escurrían por sus mejillas sin poder controlarlo -Eres tan... adorable... he sido una bruja contigo- Admitió al separarse con cuidado luchando por acallar sus sollozos y se limpió las lágrimas con coraje una vez más -Pero... si Alexander tiene razón en algo es que...- Suspiró y habló un poco más claro -Marc no puede llegar a verme así... le rompería el corazón...- Intentó razonar para sí misma aún hipeando por todos los sentimientos negativos que se arremolinaban en su interior.
Aimée E. Domecq- Eta
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Re: Depresión de la dama Domecq
Acarició un poco los rubios cabellos para reconfortarla, no tenía idea de qué decir, no trataba con mujeres muy a menudo y sentía que cualquier cosa que dijera la haría llorar todavía más si cabía. Intentó ser amable y comprensivo -cosa que Alexander jamás haría-.Al principio pensó que era lástima, pero de inmediato comprendió que era algo más, que su dolor no le era ajeno y que sentía mucho una pérdida así, para una mujer con deseos de procrear debía de ser de las peores cosas en la vida.
-Eso ya no importa -le dijo ladeando una sonrisa, restándole importancia al asunto, Dion tampoco era una persona fácil de tratar y menos alguien con quien vivir. -En eso estamos de acuerdo querida, él se preocupa mucho por ti y no podría soportar dejarte...-le secó las lágrimas con los olanes de su camisa. Si Marc se enterara del pésimo trabajo que hacían "cuidando" a su mujer, habría mayores problemas que ese en la casa.
-Siempre existe la posibilidad de que tengas más hijos, ¿sabes? Traeremos al mejor médico de ser necesario-le dijo acariciando suavemente su mejilla, e incluso pudo notar un atisbo de una sonrisa en su rostro demacrado. Una de las sirvientas le llamó bajito, el baño estaba listo.
-Pueden llevarte ellas, si te sientes más cómoda...-Dion entendía si Aimée no quería ser observada o le incomodaba cierta intimidad con él.
-Eso ya no importa -le dijo ladeando una sonrisa, restándole importancia al asunto, Dion tampoco era una persona fácil de tratar y menos alguien con quien vivir. -En eso estamos de acuerdo querida, él se preocupa mucho por ti y no podría soportar dejarte...-le secó las lágrimas con los olanes de su camisa. Si Marc se enterara del pésimo trabajo que hacían "cuidando" a su mujer, habría mayores problemas que ese en la casa.
-Siempre existe la posibilidad de que tengas más hijos, ¿sabes? Traeremos al mejor médico de ser necesario-le dijo acariciando suavemente su mejilla, e incluso pudo notar un atisbo de una sonrisa en su rostro demacrado. Una de las sirvientas le llamó bajito, el baño estaba listo.
-Pueden llevarte ellas, si te sientes más cómoda...-Dion entendía si Aimée no quería ser observada o le incomodaba cierta intimidad con él.
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Re: Depresión de la dama Domecq
-No... no te vayas...- Le suplicó aferrándose a sus ropas -No quiero a esas mujeres mirándome... por favor- Le pidió como si fuera una niña, se sentía demasiado mal todavía. Estaba más animada con sus palabras aunque sólo había atinado a sonreír débilmente en un principio -No estoy segura si funcionaría animarme a tener un hijo en realidad. A Marc le gustan los niños pero...- Dijo de repente mientras se adentraban al baño y ella se quitaba el vestido ensangrentado pieza por pieza -...pero no estoy segura de que quiera ser padre... porque yo no sería precisamente la "madre" que un niño esperaría...- Su tono sonaba apagado, pero aunque su maquillaje estaba completamente arruinado y se le veía demacrada ya no escuchaba tan mal como cuando Dion la encontró. Dándole la espalda terminó de quitarse todo y se adentró en el agua algo pudorosa de que le mirara y al fin volteó a mirarle con atención en sus ojos azules -¿Cómo hiciste que Alexander tomara responsabilidad de sus actos?- En verdad tenía curiosidad con eso de Sophie, además quería distraerse un poco.
Aimée E. Domecq- Eta
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Re: Depresión de la dama Domecq
Les hizo una seña a las criadas para que se largaran de ahí, después cerró la puerta tras de sí y asintió levemente. Desvió la mirada cuando ella comenzó a desvestirse, había visto a muchas de sus modelos desnudas, pero esa vez era diferente, se sentía raro...aunque no incómodo, era una sensación difícil de explicar.
En aquello tenía razón, Marc amaba a los niños, siempre que volvía de sus viajes compraba algo para Sophie, la tomaba en brazos y decía que era una pequeña princesa; era divertido ver cómo Aimée y Alex lograban ponerse celosos ante algo como eso...suponía que tenía que ser de familia.
-¿Y qué importa qué clase de madre seas? Lo importante es que que sabes que siempre harás lo mejor para ellos, que darías la vida por ellos, porque los amas...-hizo una pausa mientras se acercaba a ella y tomaba de las pequeñas botellas que tenía junto, vaciando esencias en la tina.
Sonrió ante su pregunta -Cualquiera diría que yo manipulo a Alexander para obtener lo que quiero, o que yo hago todo lo que él dice...pero en realidad es más complicado que eso. Sophie llegó de la nada, como una nota con algún mensajero, me sentí tan traicionado, tan lleno de ira, ¿una hija de Alexander con otra mujer? no podía ni mirarla...-tomó una palangana de la cómoda junto a él y comenzó a mojarle la rubia cabellera a Aimée, era un desastre.
-¿Crees que teníamos una mínima idea de cómo ser padres? Mi madre era una zorra que apenas y me lanzaba un pedazo de pan duro, como mucho...entonces entendí una cosa, Sophie no tenía ninguna culpa, no iba a permitir que sufriera lo mismo que yo, que creciera en un lugar donde no la querían, Alex tuvo que entender eso...-comentó con una leve risa, recordando los primeros días de Sophie en la mansión, todo era gritos y desesperación, gracias a los dioses tenían una nana o a Dion ya se le hubiera ahogado en la tina.
-Supongo que aprendes conforme a la marcha...-añadió mientras comenzaba a enjabonarle el cabello, era extraño, por din sentía que había una conexión entre Aimée y él, por fin sentía que tenían una conversación de verdad, que después de todo no tenían que limitarse a esas charlas banales y tener que tolerarse porque vivían bajo el mismo techo.
En aquello tenía razón, Marc amaba a los niños, siempre que volvía de sus viajes compraba algo para Sophie, la tomaba en brazos y decía que era una pequeña princesa; era divertido ver cómo Aimée y Alex lograban ponerse celosos ante algo como eso...suponía que tenía que ser de familia.
-¿Y qué importa qué clase de madre seas? Lo importante es que que sabes que siempre harás lo mejor para ellos, que darías la vida por ellos, porque los amas...-hizo una pausa mientras se acercaba a ella y tomaba de las pequeñas botellas que tenía junto, vaciando esencias en la tina.
Sonrió ante su pregunta -Cualquiera diría que yo manipulo a Alexander para obtener lo que quiero, o que yo hago todo lo que él dice...pero en realidad es más complicado que eso. Sophie llegó de la nada, como una nota con algún mensajero, me sentí tan traicionado, tan lleno de ira, ¿una hija de Alexander con otra mujer? no podía ni mirarla...-tomó una palangana de la cómoda junto a él y comenzó a mojarle la rubia cabellera a Aimée, era un desastre.
-¿Crees que teníamos una mínima idea de cómo ser padres? Mi madre era una zorra que apenas y me lanzaba un pedazo de pan duro, como mucho...entonces entendí una cosa, Sophie no tenía ninguna culpa, no iba a permitir que sufriera lo mismo que yo, que creciera en un lugar donde no la querían, Alex tuvo que entender eso...-comentó con una leve risa, recordando los primeros días de Sophie en la mansión, todo era gritos y desesperación, gracias a los dioses tenían una nana o a Dion ya se le hubiera ahogado en la tina.
-Supongo que aprendes conforme a la marcha...-añadió mientras comenzaba a enjabonarle el cabello, era extraño, por din sentía que había una conexión entre Aimée y él, por fin sentía que tenían una conversación de verdad, que después de todo no tenían que limitarse a esas charlas banales y tener que tolerarse porque vivían bajo el mismo techo.
Dion Armengaud Leblanc- Eta
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Re: Depresión de la dama Domecq
Pintó una débil sonrisa en su rostro desencajado ante sus palabras, ese hombre era más bueno de lo que ella pudo haber pensado, no entendía cómo es que el idiota de su primo había logrado entrar en su corazón pero tenía mucha suerte como en todo. Dejaba que lavara su cabello aún con una postura decaída de repente miró a la ventana con un aire iracundo.
-No lo sé... ni siquiera sé si ese imbécil de Marc se lo merezca ¿sabes?- Dijo bajo comenzando a sonar tan peligrosa como Alexander -Te das cuenta que... aunque Alexander sea tan "excéntrico" siempre encuentra la forma de volver contigo en la noche. Pero Marc... sólo vino a abandonarme aquí prometiéndome estar... y no, no está...- Entonces las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos claros sin que ella hiciera nada por detenerlas y de repente entre sus palabras un sollozo quebró su tono de nuevo -Es muy difícil... estoy aquí volviéndome loca sin él y ese infeliz está... quién sabe dónde tirándose a todas las putas de España... Hijo de perra...- Siseó bajo cubriéndose el rostro con ambas manos -Hasta el caballo se llevó, y yo... ¡Yo estoy aquí!- Lanzó un manotazo al agua que salpicó al muro de enfrente mientras con la otra mano se cubría los ojos entre sollozos propios de una niña encaprichada.
-No lo sé... ni siquiera sé si ese imbécil de Marc se lo merezca ¿sabes?- Dijo bajo comenzando a sonar tan peligrosa como Alexander -Te das cuenta que... aunque Alexander sea tan "excéntrico" siempre encuentra la forma de volver contigo en la noche. Pero Marc... sólo vino a abandonarme aquí prometiéndome estar... y no, no está...- Entonces las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos claros sin que ella hiciera nada por detenerlas y de repente entre sus palabras un sollozo quebró su tono de nuevo -Es muy difícil... estoy aquí volviéndome loca sin él y ese infeliz está... quién sabe dónde tirándose a todas las putas de España... Hijo de perra...- Siseó bajo cubriéndose el rostro con ambas manos -Hasta el caballo se llevó, y yo... ¡Yo estoy aquí!- Lanzó un manotazo al agua que salpicó al muro de enfrente mientras con la otra mano se cubría los ojos entre sollozos propios de una niña encaprichada.
Aimée E. Domecq- Eta
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