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Penosa bienvenida [Aimêe]
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Penosa bienvenida [Aimêe]
El viaje a España había sido sencillo y gratificante, los inquisidores de allá eran un montón de "Alexanders", a su primo le hubiera encantado conocerlos: tan siniestros que hasta a Marc lo intimidaban un poco, aunque sólo eso, ya que realmente nunca le asustaron los juicios sanguinarios y hasta a veces se divertía con ellos...aunque no tan abiertamente como ellos, ellos ya estaban a otro nivel de ser escalofriantes, incluso sus torturas eran más innovadoras y creativas que las de Francia, especializándose en la muerte prolongada y dolorosa. El ministro de allá era la persona más tenebrosa que hubiera conocido pero no porque diera miedo abiertamente, sino por su silencio, su pequeña sonrisa maligna y su porte supremo en toda la extensión de la palabra, además de esa mirada como un par de abismos afilados y calculadores. Quedó fascinado, como un niño pequeño quería llegar a contarle todo lo que vio a Alexander y a Amour.
Llegó a la mansión rebosante y fresco, se bajó del carruaje a prisa porque también estaba ansioso de ver a su aimèe pero al entrar en el salón lo recibió un montón de personas que de inmediato reconoció el castaño, eran personas muy importantes para su primo así que de inmediato adoptó su postura elocuente y carismática, acercándose muy simpático a saludar. Pasó la tarde socializando con todas esas personas sin poder tratar realmente a ningún "Armengaud" hasta que terminó la velada y se hubieron retirado todos y cada uno. Marc tuvo que despedirlos a casi todos y la verdad era que ya le habían robado sus energías, ahora sólo se quería recostar.
Cuando al fin se retiraron las últimas señoritas muy risueñas con el mencionado, fue cuando éste pudo respirar al fin y deshacerse de su sonrisa radiante -Oh Dios...- Bufó cansado, tumbándose en un sofá -Fue un éxito...- Murmuró, sin embargo, con una sonrisita presuntuosa -¡Tú, moza! tráeme algo caliente y acércame el taburete...- Le ordenó muy quitado de la pena mientras se quitaba el saco. Su primo y Dion se habían ido a su habitación cuando él se quedó hablando con las damas y había perdido de vista a Aimèe en algún punto de la tarde -Oh y dime...¿Dónde está Aimèe?- Le preguntó a la sirvienta cuando regresó.
-Me dijo que estaba cansada como a las 6...y se retiró a sus aposentos, señor...- Le contestó cuidadosamente la sirvienta, que siempre era una nueva porque no duraban mucho en esa casa gracias al ministro Armengaud.
-Oh...ya veo...está bien, subiré a verla...guárdame el té...- Le ordenó mientras se dirigía a la habitación, ya sabía que seguramente algo le ocurría a la rubia. Abrió cuidadosamente y se asomó con cautela, apenas asomando uno de sus ojos, de modo gracioso -¿Amour..?...- Preguntó con un tonito conciliador, pensaba que estaba enojada por lo mucho que lo apabullaron esa tarde las jovencitas de sociedad, como él era nuevo en esa ciudad, tenía un cargo importante y estaba soltero, las damas solían rondarlo mucho y él solía dejarlas que revolotearan a su alrededor sin problemas. -¿Te ocurre algo?...- Le preguntó finalmente, pasando a la habitación y cerrando detrás de él, la chica estaba acostada en la cama y hasta el momento no le había respondido.
Llegó a la mansión rebosante y fresco, se bajó del carruaje a prisa porque también estaba ansioso de ver a su aimèe pero al entrar en el salón lo recibió un montón de personas que de inmediato reconoció el castaño, eran personas muy importantes para su primo así que de inmediato adoptó su postura elocuente y carismática, acercándose muy simpático a saludar. Pasó la tarde socializando con todas esas personas sin poder tratar realmente a ningún "Armengaud" hasta que terminó la velada y se hubieron retirado todos y cada uno. Marc tuvo que despedirlos a casi todos y la verdad era que ya le habían robado sus energías, ahora sólo se quería recostar.
Cuando al fin se retiraron las últimas señoritas muy risueñas con el mencionado, fue cuando éste pudo respirar al fin y deshacerse de su sonrisa radiante -Oh Dios...- Bufó cansado, tumbándose en un sofá -Fue un éxito...- Murmuró, sin embargo, con una sonrisita presuntuosa -¡Tú, moza! tráeme algo caliente y acércame el taburete...- Le ordenó muy quitado de la pena mientras se quitaba el saco. Su primo y Dion se habían ido a su habitación cuando él se quedó hablando con las damas y había perdido de vista a Aimèe en algún punto de la tarde -Oh y dime...¿Dónde está Aimèe?- Le preguntó a la sirvienta cuando regresó.
-Me dijo que estaba cansada como a las 6...y se retiró a sus aposentos, señor...- Le contestó cuidadosamente la sirvienta, que siempre era una nueva porque no duraban mucho en esa casa gracias al ministro Armengaud.
-Oh...ya veo...está bien, subiré a verla...guárdame el té...- Le ordenó mientras se dirigía a la habitación, ya sabía que seguramente algo le ocurría a la rubia. Abrió cuidadosamente y se asomó con cautela, apenas asomando uno de sus ojos, de modo gracioso -¿Amour..?...- Preguntó con un tonito conciliador, pensaba que estaba enojada por lo mucho que lo apabullaron esa tarde las jovencitas de sociedad, como él era nuevo en esa ciudad, tenía un cargo importante y estaba soltero, las damas solían rondarlo mucho y él solía dejarlas que revolotearan a su alrededor sin problemas. -¿Te ocurre algo?...- Le preguntó finalmente, pasando a la habitación y cerrando detrás de él, la chica estaba acostada en la cama y hasta el momento no le había respondido.
Marc A. Domecq- Eta
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Re: Penosa bienvenida [Aimêe]
Aimée estaba muy deprimida, pero había tenido que mostrar su mejor sonrisa y sus coqueteos más sinceros por el bien de la estabilidad familiar, una vez que Alexander había dejados muy claros sus alcances, la rubia no tenía más qué hacer contra eso, si bien era intrépida y no le molestaba ensuciarse las manos cuando la situación lo ameritaba no era estúpida, sabía perfecto que sólo un retrasado podía pensar que podría combatir contra Alexander enfurecido, realmente daba miedo y se transformaba dependiendo como lo fuera requiriendo la situación y eso sí que era peligroso, quería llevarla bien con él además... se había prometido y le había prometido a Marc no buscar más problemas una vez llegados a París, y debió recordar con hincapié aquella promesa porque había días en los que Marc no estaría para ayudarle, y por muy hombre que a veces Aimèe amaneciera, sabía que su voluntad no era suficiente contra la de su primo Alexander por bastas razones, la pura verdad es que la tonta había sido ella y nadie más, no quisiera provocar un problema mayor con eso pero... lo que le aquejaba no era sólo ese asunto rondando en su cabeza sino lo principal que aún le aquejaba y le hacía sentir ampliamente triste era el haber perdido algo que le pertenecía a ambos, que le pertenecía a Marc.
No era alguien que se viera rodeada de hijos, pero sabía que a Marc le hacían muy bien y le gustaban, le había visto jugar con su sobrina y se le veía tan adorable... quizá fuese una especie de terapia, pero ahora todo eso estaba perdido, no sabía si un fenómeno como lo era ella pudiera alojar un hijo en sus entrañas, al parecer no... su cuerpo ya le había dado una demostración y eso le tenía muy deprimida, pese a su miedo ya comenzaba a hacerse a la idea y pudo ver los cabellos castaños y ondulados perfectos de su Marc junto con los grandes ojos azules que ambos poseían... su hijo hubiera sido precioso, pero lamentablemente ella ya no contaría con esa oportunidad en un tiempo.
Al escuchar la puerta se secó las lágrimas que involuntariamente escurrían de sus ojos e intentó fingir que dormía ya que tenía puesta su pijama de encajes y seda fina color durazno y su cabello lo había recogido en una coleta, no se había cubierto con las sabanas pero el pretexto estaba en que Aimèe siempre amanecía destapada después de todo. Intentaba respirar normal pero aquellas ganas de llorar seguían dentro de ella y no podía evitar hipear involuntariamente en espaciados momentos, realmente se estaba esforzando en no demostrar su tristeza y sobre todo no amargarle su regreso a Marc, se compactó contra sí misma allí de lado en la cama dándole la espalda al otro y abrazando sus rodillas mientras ladeaba su cabeza rubia contra la almohada.
No era alguien que se viera rodeada de hijos, pero sabía que a Marc le hacían muy bien y le gustaban, le había visto jugar con su sobrina y se le veía tan adorable... quizá fuese una especie de terapia, pero ahora todo eso estaba perdido, no sabía si un fenómeno como lo era ella pudiera alojar un hijo en sus entrañas, al parecer no... su cuerpo ya le había dado una demostración y eso le tenía muy deprimida, pese a su miedo ya comenzaba a hacerse a la idea y pudo ver los cabellos castaños y ondulados perfectos de su Marc junto con los grandes ojos azules que ambos poseían... su hijo hubiera sido precioso, pero lamentablemente ella ya no contaría con esa oportunidad en un tiempo.
Al escuchar la puerta se secó las lágrimas que involuntariamente escurrían de sus ojos e intentó fingir que dormía ya que tenía puesta su pijama de encajes y seda fina color durazno y su cabello lo había recogido en una coleta, no se había cubierto con las sabanas pero el pretexto estaba en que Aimèe siempre amanecía destapada después de todo. Intentaba respirar normal pero aquellas ganas de llorar seguían dentro de ella y no podía evitar hipear involuntariamente en espaciados momentos, realmente se estaba esforzando en no demostrar su tristeza y sobre todo no amargarle su regreso a Marc, se compactó contra sí misma allí de lado en la cama dándole la espalda al otro y abrazando sus rodillas mientras ladeaba su cabeza rubia contra la almohada.
Aimée E. Domecq- Eta
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Re: Penosa bienvenida [Aimêe]
-¿Qué tienes?...- Insistió acercándose a la cama y sentándose en la orilla -¿Te sientes mal amour?...- Le preguntó en un tonito consentidor que nada más con la rubia usaba, acariciando su pierna sobre el coqueto camisón que traía puesto. -¿Estás enferma?...- Le preguntó acercándose más a ella en la cama -No me digas que te hizo tanto mal mi ausencia, mi amour...- Le preguntó juguetón con su típica sonrisa, para tratar de animarla un poco, pero la menor seguía sin responderle -¿Ya le dijiste a la sirvienta que te traiga algo? más le valdría estarte atendiendo bien a esa mujer...- Le dijo con cierta burla, pues ya sabían lo que les ocurría si no lo hacían -¿Es eso? ¿O fue algo que dijeron?...quien fue...- Preguntó mientras su mirada se encombrecía repentinamente, de modo tenebroso, pues le importaba un bledo que tan importantes fueran ese montón de nobles odiosos, si se metían con su querida hermana iban a ver su suerte los malnacidos. Pero la chica seguía igual así que se le acercó más, recostándose detrás de ella en la cama -Ya dime que te pasa...¿No me vas a dar un beso de bienvenida?- Le susurró cerca de sus cabellos rubios, olisqueándolos un poco, había extrañado demasiado su cercanía aunque habían sido sólo unas semanas.
Marc A. Domecq- Eta
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Re: Penosa bienvenida [Aimêe]
La rubia dejó escuchar un sollozo sin poder contestar, quiso hacerlo pero el intentarlo le daban más ganas de llorar, al sentirle cerca supo que nada le haría sentir mejor que abrazarse a él y arrullarse en sus fuertes brazos, se volteó y se abrazó a su cuello como niña pequeña rozando sus pequeños pechitos contra el torso ajeno y al fin llorando abiertamente -No... nah-die me... ha hecho nada... es que...- ¡Demonios! ¿Cómo decirle algo así? -Estoy triste... es todo...- Le dijo intentando restarle importancia, en fin esperaba que no hiciera más preguntas, lo adoraba pero le daba incertidumbre saber su reacción a eso, ahora que lo pensaba no estaba segura de cómo fuera a reaccionar.
Aimée E. Domecq- Eta
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Re: Penosa bienvenida [Aimêe]
Se sorprendió de que la menor lo abrazara así repentinamente, ya sabía que ella solía gustarle ser dramática con él pero nunca exageraba tanto -Pero ya estoy aquí...- Le susurró, rodeando su cintura y acomodándose de espaldas en la cama para que la otra pudiera recostarse sobre él tranquilamente. Acarició sus cabellos rubios en silencio, tratando de pensar que podía ser lo que la tuviera tan mal, en serio empezaba a preocuparle -Ahora no quieres decirme porqué...¿verdad?- Le insistió de nuevo tocando su mejilla con suavidad, le hizo levantar el rostro y besó su maxilar de modo lento y sensual en contactos pequeños, como la había extrañado, en verdad estaba hechizado por ella.
Marc A. Domecq- Eta
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Re: Penosa bienvenida [Aimêe]
-No pero...- Le miró a los ojos con los suyos llenos de tristeza -Marc, te extrañé mucho- Le confesó bajó logrando calmarse un poco mientras le sentía, eso le relajaba, cerró los ojos por un momento y después le miró de nuevo logrando calmarse un poco, se alejó de él, no se sentía con disposición de caricias justo ahora, de sentó junto a él abrazando sus rodillas y recargó su mentón en estas -Si de repente decidiera que quiero vestirme de hombre y ser un chico... ¿Me querrías aún?...- Preguntó bajo mientras mantenía la mirada fija en las sabanas, cualquiera que le conociera bien sabría que con esa pregunta ya marcaba un rango de peligrosidad en su cerebro porque si algo amaba de sí misma Aimée era su femineidad y que estuviera pensando en deshacerse de ella no era una buena señal -Es decir... si después de todo yo no pudiera funcionar... completamente como una chica- Indagó más ahondando en su pensamiento con esos ojos azules tristones bajos.
Aimée E. Domecq- Eta
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Re: Penosa bienvenida [Aimêe]
La pregunta le cayó totalmente de sorpresa al ex-soldado, pues no se había esperado que otra vez tuviera problemas con definirse en ese aspecto, precisamente porque él pensaba que ella adoraba ser una chica y que él la viera de ese modo pero... -Nada cambiaría lo que siento por ti...- Le contestó finalmente en un tono suave, luego de haberse quedado perplejo un momento mientras pensaba qué decirle, sabía que tenía que ser delicado con ella en esos temas -pero...no pienso que no funciones...eres una chica perfecta, más perfecta que cualquier otra...te lo aseguro...y no lo digo sólo porque seas mi hermosa joya...- Le dijo galante, sentándose mejor en la cama y poniendo sutilmente sus dedos sobre sus cabellos dorados -eres...la más bella...la más lista...- Siguió halagándola el otro en el mismo tono, acercándose poco a poco a ella hasta que le besó una mejilla, era irresistible cuando se ponía en ese plan seductor y buscaba hacer sonreír a la menor a toda costa -Así que ponle una sonrisa a esas preciosas facciones...o me obligarás a robarte una- Capturó su caderita fina con sus manos de modo maldoso, amenazando con hacerle cosquillas.
Marc A. Domecq- Eta
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Re: Penosa bienvenida [Aimêe]
-Eres tan adorable...- Musitó haciéndole reír sin querer -Eres un barbero, eso es lo que pasa- Comentó divertida sentándose sobre el fuerte abdomen ajeno acomodando sus piernas tan bien formadas dobladitas a cada lado del otro con su cinturita descubierta por ese coqueto camisón de seda y ese pequeño short atrevidísimo para la época, arqueó una ceja secándose bien los ojos y obligándose a suspirar para controlarse -Supongamos puedo concebir un hijo y que lo descubrí en tu ausencia. Dime ¿Qué es lo que piensas?... ¿Te parece abominable la idea? ¿Te gusta?...- Le comentó planteando las cartas sobre la mesa como su forma de ser lo ameritaba, ella nunca se andaba con rodeos.
Aimée E. Domecq- Eta
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Re: Penosa bienvenida [Aimêe]
Marc se puso algo pálido cuando le soltó todo eso de repente -Ah...¿Era por eso...?...- Incluso olvidó las ganas que tuvo de saltarle encima cuando se dio cuenta del pequeño short que traía puesto -Estás diciendo que...¿Concebiste un hijo en mi ausencia?- Tragó un poco con dificultad al preguntarle eso, no se le pasó por la cabeza jamás que el cuerpo de Aimèe tuviera la capacidad de alojar un hijo en su interior así que no había considerado esa idea hasta que ella lo mencionó -Escucha...no es que me aterre pero...no lo había pensado...- No sabía cómo explicarle a la chica que lo primero que se le pasó por la cabeza fue un "No", pero eso era porque no se veía a sí mismo como alguien que pudiera ser un buen padre, todo se lo impedía: su poca capacidad para controlarse a sí mismo, su escasa paciencia y su poca consideración con las personas, si algo le molestaba no dudaba en deshacerse de ese algo. -Pero no me parece algo abominable...porque sería algo tuyo...y nada que sea como tú podría ser abominable...- Le aseguró, poniendo una mano en el rostro de la chica y acercándolo al suyo para poder hablarle de cerca con esa mirada seductora y esa sonrisita que sugería algo más. En cuanto a si le gustaba la idea, se quedó pensándolo, desviando su mirada a un lado...si estaba embarazada no podía pedirle que abortara, no se sentía con ese derecho, si ella deseaba tenerlo, él haría un esfuerzo por hacerse a la idea. -¿Tú lo querrías?...- Le preguntó mirando a sus ojos mientras, pasaba sus dedos por sus cabellos rubios con sutileza.
Marc A. Domecq- Eta
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Re: Penosa bienvenida [Aimêe]
Aimée guardó silencio por un momento analizando su respuesta y extrañamente se sintió aliviada de lo que le había sucedido, ninguno de los dos estaban listos para un hijo, bajó la mirada y negó -Créeme, no quieres saber mi respuesta...- Se quitó de sobre él y se cerró la batita de seda saltando fuera de la cama acomodándose su coleta a un lado con bruscos movimientos de dignidad y sin decir nada caminó al balcón de la habitación recargándose a mirar el jardín desde el barandal, comenzaba a sentir que se asfixiaba y le dieron grandes ganas de saltar de allí, de terminar con todo aquello, sólo quería dejar de sentir dolor, por confusas cosas que justo ahora no podía carburar, sólo supo que le causaron dolor de cabeza y estómago por arremolinarse furiosas en su cuerpo todas aquellas cosas que no podía descifrar. Se quedó seria mirando al horizonte y se sentó en el barandal tranquilamente pasando una pierna y luego la otra columpiando las piernas un poco primero mientras analizaba si realmente era posible morir si caía desde esa altura... si le atinaba al césped se salvaría y eso sería triste. Miró entonces la luna, era color carmín, qué curioso, se abrazó a sí misma y bajó la cabeza.
Aimée E. Domecq- Eta
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Re: Penosa bienvenida [Aimêe]
Marc se quedó serio ante esa respuesta y la miró irse sin expresión. Luego se sentó en la cama y volteó a mirar a donde se había ido ella, estaba pensativo mientras la otra parecía estar muy triste. Tratando de ser cauteloso pero comenzando a irritarse un poco por no entender qué le ocurría, se tomó un momento para calmarse y luego fue a pararse detrás de ella -Aimèe...exactamente qué pasa, ¿Me puedes decir?...por favor...- Le pidió con cuidado, aunque portarse así era muy difícil para él, siempre se esforzaba cuando se trataba de ella -Escucha...no quise decir que no quiera un hijo nuestro...es sólo que...no soy alguien que califique como candidato para buen padre...- Se sinceró con ella, guardándose las manos en los bolsillos y recargándose de espaldas en el barandal, perdiendo la mirada en algún sitio -sería difícil por mi aparente imposibilidad de controlar mi ira...- Le dijo con cierto deje de sarcasmo, sonriendo con sorna -pero...a veces te miro y nos imagino a los dos con un bebé...tendría tus ojos hermosos...sería tan listo que sería peligroso incluso para nosotros...- Le dijo con una leve risa y entonces miró un momento al piso y luego a ella -Pero esa no sería una decisión mía...y no me voy a enojar por lo que pienses de esto...así que si es por eso que estás así, no debes sentirte mal, amour... - Le susurró, acercándose más a ella hasta acariciar su cabello rubio. -Así que ven aquí...- Le pidió en un susurro seductor, besándole la frente, luego su pómulo y luego se quedó a unos milímetros de su boca, con una mirada baja, sin atreverse a hacer más hasta que ella cediera.
Marc A. Domecq- Eta
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Re: Penosa bienvenida [Aimêe]
-Estás equivocado, serías el mejor padre del mundo. Además eres tan guapo...- Aimée se dejó hacer con la mirada perdida en la nada, seguía triste pero por lo menos había vuelto la otra parte de su ser para acogerla entre sus brazos, se había sentido tan terriblemente sola que no lo dejaría marcharse nunca más. Se abrazó a él volteándose lentamente en el balcón y capturó sus labios sintiendo lo rico que era tener al fin su suave boca y ese aroma varonil con ella, ese cuerpo fornido, esa voz y esos ojos preciosos. -Eres mi vida entera...- Le musitó separando sus labios por un momento de él y volviendo a ellos con pasión dejando que el otro tomara el mando de la situación -Ahh...- Enredó sus piernas al rededor de su cintura y acarició sus cabellos quebrados saboreando su boca con deleite una y otra vez. -¿Quieres... tenerme ahora, Marc?...- Le preguntó con la mirada perdida en sus ojos -Házme el amor...- Pidió bajo contra sus labios recordando sus lindas palabras "Porque sería algo tuyo...y nada que sea como tú podría ser abominable..." Pensó de nuevo buscando una respuesta positiva a su deseo de procrear "A veces te miro y nos imagino a los dos con un bebé...tendría tus ojos hermosos...sería tan listo" Esas palabras habían endulzado su alma, ya no se sentía tan mal. -Te amo...- Jadeó pegándose contra su cuerpo, aún le avergonzaba esa clase de contacto pero Marc siempre lograba calentarla en cuanto sabía que estaban solos y tan cerca, ya estaba poniéndose tan húmedo entre sus piernas y tan duro que gustoso dejaría que el castaño dispusiera de él.
Aimée E. Domecq- Eta
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Re: Penosa bienvenida [Aimêe]
-Pero eso no lo es todo...- Le dijo con una sonrisa divertida ante eso de que era muy guapo y sólo por eso sería buen padre, no le parecía que hubiera una conexión lógica, eso más bien aplicaba para ella, la belleza sí era una definición para Aimée: era su musa, la perfección con rubios cabellos y mirada exótica que le tentaba y lo cautivaba hasta el punto de enajenarlo, de hacerlo desear corregir todos los viciados defectos de su personalidad, sólo por ella...aunque ella lo aceptaba tal y como era, en ocasiones como esa, le hacía querer ser más ideal.
Le correspondió el beso, con las manos rodeando con firmeza sus costados menuditos y cuando le dijo eso, le hizo extender esa atractiva sonrisa. De inmediato se posesionó de esos labios como los pétalos de un retoño, suaves, dulces; reclamándolos con violencia...eran la entrada al abismo de su perdición donde ya se había instalado y gozaba cada segundo de su estancia. La cargó sosteniendo sus muslos, mirando perdidamente su boca y sintiendo su cuerpo reaccionar de inmediato...había sido tan difícil ese tiempo sin ella, no había querido tener a nadie más en su cama, ya no sabía si eso era una bendición o una maldición pero día y noche no hacía otra cosa más que anhelarla, soñarla...saborearse su piel de terciopelo, ansiar su aroma dulzón y provocativo, el timbre de su voz baja y sensual.
-Ohh mon amour...- Jadeó muy cerca de sus labios como si agradeciera su petición desde el fondo de su alma, la deseaba más que nunca, tantísimo que hasta temía hacerle daño en medio de su arrebato así que trataba de calmarse pero ella no ayudaba con ese encanto tan perfecto, que era algo natural en ella, ese perfil de facciones finitas que lo enloquecía, pronunciando esas palabras como fuego que corría por su piel tortuosamente -Sólo eres mía...mi vida...je t'aime- Le profesó estrechándola con fuerza con un brazo que rodeó poderosamente su cintura y el otro sujetó con fuerza su cabello, tirando hacia atrás de ellos con sensualidad para pasear esos besos demandantes por su cuello, llevándola de vuelta a la cama...sólo había pensado en poder poseerla de nuevo pero realmente no pensó que fuera a tener suerte ese mismo día, así que no podía ser más dichoso.
Una vez que la tiró sobre la cama sus manos hurgaron debajo del camisón, levantándolo y siguió mordisqueando sus labios antes de que sus besos llegaran hasta esos encantadores "pechitos" de los que se adueñaron lenta y tiernamente, rodeó el contorno de sus pezones con la punta de su lengua y luego con gentileza los succionó, buscando volverla loca y excitarla, pero a la vez tocarla con dulzura, sólo ella conocía semejantes caricias de parte suya.
Abrió el pequeño short mientras tanto y lo deslizó por las piernas largas y delgadas, tocando un poco sus pequeños pies que le causaban tentación. Sus manos empezaron a recorrer esas lindas formas de sus muslos y sus pantorrillas antes de que una al fin se colara entre sus piernas y sobre esa pequeña prenda interior comenzó a tantear su erección, le encantaban esas pequeñas pantaletas que ella fabricaba para su uso exclusivo. Cuando su mano se fue más abajo y notó la humedad que ya predominaba en esa zona, se quedó paralizado, estremeciéndose por completo, de repente ya no podía seguir estando vestido.
Se irguió y se sacó con urgencia la camisa, luego le agradó la forma en la que ella lo miraba y como lucía ahí tendida a su merced, eso le ayudó a calmarse e ir más lento. Se desacbrochó el pantalón y dejó que se cayera solo mientras volvía a inclinarse sobre ella y la cubría con su peso gentilmente -Eres preciosa...- Le musitó con deseo, frotando su cintura contra la suya, con sus ojos claros perdidos en los suyos, acarició su mejilla mirándola de cerca -Eres mi joya...- Le murmuraba dando leves besos en sus labios hasta que se quedó atrapado en ellos.
Le correspondió el beso, con las manos rodeando con firmeza sus costados menuditos y cuando le dijo eso, le hizo extender esa atractiva sonrisa. De inmediato se posesionó de esos labios como los pétalos de un retoño, suaves, dulces; reclamándolos con violencia...eran la entrada al abismo de su perdición donde ya se había instalado y gozaba cada segundo de su estancia. La cargó sosteniendo sus muslos, mirando perdidamente su boca y sintiendo su cuerpo reaccionar de inmediato...había sido tan difícil ese tiempo sin ella, no había querido tener a nadie más en su cama, ya no sabía si eso era una bendición o una maldición pero día y noche no hacía otra cosa más que anhelarla, soñarla...saborearse su piel de terciopelo, ansiar su aroma dulzón y provocativo, el timbre de su voz baja y sensual.
-Ohh mon amour...- Jadeó muy cerca de sus labios como si agradeciera su petición desde el fondo de su alma, la deseaba más que nunca, tantísimo que hasta temía hacerle daño en medio de su arrebato así que trataba de calmarse pero ella no ayudaba con ese encanto tan perfecto, que era algo natural en ella, ese perfil de facciones finitas que lo enloquecía, pronunciando esas palabras como fuego que corría por su piel tortuosamente -Sólo eres mía...mi vida...je t'aime- Le profesó estrechándola con fuerza con un brazo que rodeó poderosamente su cintura y el otro sujetó con fuerza su cabello, tirando hacia atrás de ellos con sensualidad para pasear esos besos demandantes por su cuello, llevándola de vuelta a la cama...sólo había pensado en poder poseerla de nuevo pero realmente no pensó que fuera a tener suerte ese mismo día, así que no podía ser más dichoso.
Una vez que la tiró sobre la cama sus manos hurgaron debajo del camisón, levantándolo y siguió mordisqueando sus labios antes de que sus besos llegaran hasta esos encantadores "pechitos" de los que se adueñaron lenta y tiernamente, rodeó el contorno de sus pezones con la punta de su lengua y luego con gentileza los succionó, buscando volverla loca y excitarla, pero a la vez tocarla con dulzura, sólo ella conocía semejantes caricias de parte suya.
Abrió el pequeño short mientras tanto y lo deslizó por las piernas largas y delgadas, tocando un poco sus pequeños pies que le causaban tentación. Sus manos empezaron a recorrer esas lindas formas de sus muslos y sus pantorrillas antes de que una al fin se colara entre sus piernas y sobre esa pequeña prenda interior comenzó a tantear su erección, le encantaban esas pequeñas pantaletas que ella fabricaba para su uso exclusivo. Cuando su mano se fue más abajo y notó la humedad que ya predominaba en esa zona, se quedó paralizado, estremeciéndose por completo, de repente ya no podía seguir estando vestido.
Se irguió y se sacó con urgencia la camisa, luego le agradó la forma en la que ella lo miraba y como lucía ahí tendida a su merced, eso le ayudó a calmarse e ir más lento. Se desacbrochó el pantalón y dejó que se cayera solo mientras volvía a inclinarse sobre ella y la cubría con su peso gentilmente -Eres preciosa...- Le musitó con deseo, frotando su cintura contra la suya, con sus ojos claros perdidos en los suyos, acarició su mejilla mirándola de cerca -Eres mi joya...- Le murmuraba dando leves besos en sus labios hasta que se quedó atrapado en ellos.
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Re: Penosa bienvenida [Aimêe]
-Ahh... Mngh-ahh... sí, sólo tuya... tuya Marc...- Musitó delirante dejándose hacer por él enredando sus dedos en los cabellos castaños y clavando sus uñas en la espalda ajena, se aferró a él para que la llevara a la cama y estando allí le miró con sus hipnóticas orbes azules acariciando su mejilla para atraerlo a él. -Ven mon amour... mmh teh extrañé...- Confesó correspondiendo a sus labios deseosa y complaciente a sus deseos, esa noche podría obtener lo que quisiera.
Jadeó cerrando los ojos y cubriendo sus labios con una mano para acallar sus suspiros y gemiditos a medida que esos labios avanzaban más y más sobre su piel -...¡Ohh Marc!...- Se sonrojó con esas manos intrusas en la parte inferior de su pequeña pijama y sólo apretó un poco sus rodillas mientras le veía descender, las separó deseosa y dejó que le quitara aquella prenda, mantuvo las piernas abiertas para él disfrutando de esas caricias y llenándose de un calor insoportable, deseaba que siguiera de esa manera. -¡N-noh!...- Gimió agudo cuando le tocó y vibró completa mientras su miembro se ponía todavía más duro dejabo de esa ya tortuosa ropa interior.
Respiró agitada cuando se separó de ella y le miró desnudarse mientras se remordía los labios con cierta impaciencia en su mirada que le recorría con singular agrado, ese cuerpo tan bien trabajado y esculpido por los mismos dioses era la alegría de su vida, le sonrió abrazándolo gustosa -Y tú... eres mi adoración...- "Mi adorado príncipe oscuro" Pensó con deleite y enredó sus piernas a su cintura -Mmmh...- Estaba tan duro como él, no podía más, le besaba con ímpetu para calmarse pero Marc interrumpía el contacto una y otra vez hasta que al fin cedió a ella devorando su boca como tanto le gustaba que lo hiciera, gimió entre el beso con placer y revolvió sus cabellos sin poder evitar mover sus caderas contra él con una concupiscencia casi obscena, cuando se separaron de ese contacto la mirada se le perdió y volteó a un lado llevando una mano a sobar uno de sus propios pechitos -Siii Marc...- Gimió aferrándo las sabanas con fuerza con la otra mano, ese vaivén le excitaba demasiado, quería que la penetrara con brusquedad, ella estaba más que lista para él.
Jadeó cerrando los ojos y cubriendo sus labios con una mano para acallar sus suspiros y gemiditos a medida que esos labios avanzaban más y más sobre su piel -...¡Ohh Marc!...- Se sonrojó con esas manos intrusas en la parte inferior de su pequeña pijama y sólo apretó un poco sus rodillas mientras le veía descender, las separó deseosa y dejó que le quitara aquella prenda, mantuvo las piernas abiertas para él disfrutando de esas caricias y llenándose de un calor insoportable, deseaba que siguiera de esa manera. -¡N-noh!...- Gimió agudo cuando le tocó y vibró completa mientras su miembro se ponía todavía más duro dejabo de esa ya tortuosa ropa interior.
Respiró agitada cuando se separó de ella y le miró desnudarse mientras se remordía los labios con cierta impaciencia en su mirada que le recorría con singular agrado, ese cuerpo tan bien trabajado y esculpido por los mismos dioses era la alegría de su vida, le sonrió abrazándolo gustosa -Y tú... eres mi adoración...- "Mi adorado príncipe oscuro" Pensó con deleite y enredó sus piernas a su cintura -Mmmh...- Estaba tan duro como él, no podía más, le besaba con ímpetu para calmarse pero Marc interrumpía el contacto una y otra vez hasta que al fin cedió a ella devorando su boca como tanto le gustaba que lo hiciera, gimió entre el beso con placer y revolvió sus cabellos sin poder evitar mover sus caderas contra él con una concupiscencia casi obscena, cuando se separaron de ese contacto la mirada se le perdió y volteó a un lado llevando una mano a sobar uno de sus propios pechitos -Siii Marc...- Gimió aferrándo las sabanas con fuerza con la otra mano, ese vaivén le excitaba demasiado, quería que la penetrara con brusquedad, ella estaba más que lista para él.
Aimée E. Domecq- Eta
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Re: Penosa bienvenida [Aimêe]
Marc le quitó la mano para poder tomar con su boca lo que ella estaba tocando, le gustaba que le indicara lo que quería que hiciera -¿Me quieres ahora...en ti?...¿Quieres ser mía?...- Murmuró con lascivia junto a su boca. Esos ojos azules que podían lucir tan maniacos y demandantes, se clavaron en los suyos, se deleitó al hayarse en esa preciosa mirada tan provocativa, verla jadeando y conteniendo gemidos, acalorada, como un verdadero ángel de piel de seda -jet'aime...- le recitó extendiendo una sonrisa y sus ojos oscurecidos por el deseo se perdieron en ella, se le dilataron las pupilas y se acomodó en un movimiento de cadera para empujarse y entrar en ella con fuerza. -Nhh...- Cerró los ojos entornándolos con gran placer, echó hacia atrás levemente su masculino cuerpo, su perfil aguileño y su pecho cubierto de bello masculino, esos fuertes brazos...los anchos pectorales...era un amante digno para tanta belleza como la de ella.
-Ohhh Aimée...- La cubrió otra vez con su cuerpo, sólo sosteniéndose con los codos sobre la cama, con toda la fuerza en el abdomen y no se inmutaba, frotaba la nariz en su cuello y en su hermosa cara, con el aliento alterado, empujaba con fuerza y lentitud -Eso nena...siéntelo...siénteme haciéndote...mía...- Tomó su hombría pequeña y la estimuló con su pulgar y su mano, pero tocándola con caricias cuidadas, como si se tratara de un delicado objeto sagrado. Acompasó la estimulación con sus envestidas que poco a poco se aceleraron y él apretó los dientes de modo muy sexy mientras el cabello más largo de lo habitual, se le caía sobre la frente haciéndolo ver sensual. -Ahh nena...conmigo...dámelo ahora...¡Ngh..! ¡GRRH..!- La cubrió más con su cuerpo con posesividad y sus caderas perdieron toda la piedad y la mesura. Con una expresión grutural y varonil se corrió muy dentro de ella, sintiendo como sus paredes se ceñían al mismo tiempo y ella también se dejaba dominar por el clímax que la estremeció como una ráfaga, arqueando su cuerpo perfecto. Su voz le llenó los oídos con deleite sutil -Ohh...mon amour...- Se derrumbó encima de ella, hundiendo la cara en su cuello y estrechándola con ambos brazos debajo de su cadera tan delgadita, apretándola contra su cuerpo, ambos estaban totalmente acalorados y satisfechos, jadeando. Acunó su rostro entre sus senos pequeños, cerrando los ojos, perdiéndose en el aroma de su piel, en ella -Mmh...- Ronroneó bajo, olisqueándola, terminando de recuperar el aliento -Mi vida...- Resopló bajito, ebrio de ella. Era su mejor terapia, desde que habían empezado a tener sexo, Marc ya no tenía episodios violentos tan seguido y se mantenía sereno la mayor parte del tiempo.
-Ohhh Aimée...- La cubrió otra vez con su cuerpo, sólo sosteniéndose con los codos sobre la cama, con toda la fuerza en el abdomen y no se inmutaba, frotaba la nariz en su cuello y en su hermosa cara, con el aliento alterado, empujaba con fuerza y lentitud -Eso nena...siéntelo...siénteme haciéndote...mía...- Tomó su hombría pequeña y la estimuló con su pulgar y su mano, pero tocándola con caricias cuidadas, como si se tratara de un delicado objeto sagrado. Acompasó la estimulación con sus envestidas que poco a poco se aceleraron y él apretó los dientes de modo muy sexy mientras el cabello más largo de lo habitual, se le caía sobre la frente haciéndolo ver sensual. -Ahh nena...conmigo...dámelo ahora...¡Ngh..! ¡GRRH..!- La cubrió más con su cuerpo con posesividad y sus caderas perdieron toda la piedad y la mesura. Con una expresión grutural y varonil se corrió muy dentro de ella, sintiendo como sus paredes se ceñían al mismo tiempo y ella también se dejaba dominar por el clímax que la estremeció como una ráfaga, arqueando su cuerpo perfecto. Su voz le llenó los oídos con deleite sutil -Ohh...mon amour...- Se derrumbó encima de ella, hundiendo la cara en su cuello y estrechándola con ambos brazos debajo de su cadera tan delgadita, apretándola contra su cuerpo, ambos estaban totalmente acalorados y satisfechos, jadeando. Acunó su rostro entre sus senos pequeños, cerrando los ojos, perdiéndose en el aroma de su piel, en ella -Mmh...- Ronroneó bajo, olisqueándola, terminando de recuperar el aliento -Mi vida...- Resopló bajito, ebrio de ella. Era su mejor terapia, desde que habían empezado a tener sexo, Marc ya no tenía episodios violentos tan seguido y se mantenía sereno la mayor parte del tiempo.
Marc A. Domecq- Eta
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Re: Penosa bienvenida [Aimêe]
Esas palabras le volvían loco, su cabeza daba vueltas y se retorcía gozosa, pequeños suspiros y gemiditos agudos salían de su garganta... a nadie más le permitiría tomarla así, más ahora que estaba tan enamorada de ese hombre, se acercó a besar sus labios en respuesta y luego su mentón, revolvía esos cabellos quebrados, entre sus dedos y sus manos traviesas se paseaban por esa piel suave y esos músculos firmes, bajó la mirada avergonzada de que ya estuviera entre sus piernas y se remordió el labio inferior clavando sus uñas en la espalda ajena cuando entró así, cerrando los ojos, una enorme punzada de excitación pero a la vez dolor por recibir algo tan grande así de repente, sus paredes quedaron muy ceñidas a él y eso le arrebató un quejido -¡Hahh!- No le pediría que se detuviera, a ella le gustaba rudo, y escuchar sólo su nombre en esos labios, apretó sus piernas contra esa cintura inconscientemente marcándole que fuera despacio, otro quejido seguido de un gemido erótico cuando el ritmo se fue marcando en su interior, justo en su punto G, de nuevo esa voz deliciosa -¡AAH! ¡Marc!- Gimoteó sin poder evitarlo, y cuando esa mano tomó su hombría se arqueó rasguñando la espalda del castaño sin quererlo, soportaba ese ritmo tortuoso una y otra vez haciéndola delirar de placer -¡Sí! ¡Unh...! ¡Ah por dios!- Jadeó extasiada llevando las manos con nerviosismo a las sábanas para no seguir haciéndole daño y dejando las piernas abiertas llevándolas contra sí, con una flexibilidad única para que Marc siguiera penetrándola de esa manera, un chapoteo delicioso entre ellos y sólo el sonido del cariño inundando la habitación, se abrazó a su cuello cuando sintió que estaba a punto de correrse y lamió y besó su oído entre gimoteos que eran casi como sollozos y cada vez los espasmos dentro de sus paredes le hacían gozar más de que se moviera justo contra ese punto que le hacía retorcer de placer -Marc... ¡AHH! ¡MNGH!... Oh...- Su cuerpo vibró entero con ese orgasmo y se tensó por un momento mientras sus paredes aferraban con fuerza a Marc en su interior, ese líquido caliente le había llenado y se sentía tan obscenamente bien que aún le tenía jadeando, le abrazó contra él besando la coronilla de su cabeza, tan extasiada que no podía creer lo mucho que había extrañado ese momento en el que eran uno -Amor...- Le llamó bajo jugando a enredar sus finos dedos entre los largos cabellos -... voy a cortarte el cabello un poco...- Le informó mientras observaba que en efecto su cabello estaba más largo de lo habitual, con una risita aún algo agitada buscó esa mirada azul que tanto adoraba. -No dejaré que te alejes nunca más- Declaró cerrando los ojos y suspirando -Te extrañé tanto que... pensé que me costaría la vida tu ausencia...-
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Re: Penosa bienvenida [Aimêe]
Marc se sentía tan bien que estaba adormilándose encima de su piel deliciosa, hasta que escuchó su voz, se desperezó un poco enfocándola entre su cabello largo y le dedicó una sonrisa divertida debajo del fleco que le cubría los ojos -¿De qué hablas?...Está muy bien así...cuando lo peino se ve muuy sensual...- Le dijo en un tonito juguetón, salteando levemente sus cejas y luego volvió a reírse levemente frotando su nariz contra su mentón -Mi oscuro ángel...- Murmuró encantado, perdiendo los ojos en los suyos y luego acercándose para fundir sus labios sutilmente sobre la comisura de su boca rosa -Ma vie...- Susurró con preocupación en su mirada, su ceño se frunció levemente y le acarició la cara con suavidad, apoyando sus nudillos en su mejilla -¿Por qué dices eso?...- Se removió de encima de su cuerpo lentamente, atrayéndola para invertir las posiciones y que fuera ella quien estuviera encima de su cuerpo, no quería aplastarla con su peso. Le acarició los cabellos rubios con la sensación de que no le había dicho algo...sólo había mencionado eso de que había averiguado su capacidad de tener hijos...¿Por eso estaría triste? Ya no quiso traer el tema a colación nuevamente para que ya hacerla sentir peor. La cubrió mejor con su sábana, pegándola hacia él cariñosamente -La próxima vez...te llevaré conmigo...a dónde sea- Le prometió, cerrando los ojos lentamente, dejándose llevar por el sueño ahora que estaban los dos juntos. El también había pasado una tortura, se volvía loco pensando en ella y en su inaudita hermosura desprotegida sin él...por lo que, sólo así, sabiéndola suya y entre sus brazos, sus demonios se aplacaban.
-FIN DE LA ESCENA-
Marc A. Domecq- Eta
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