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Acogiendo al callejero {William}
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Acogiendo al callejero {William}
El cochero se detuvo frente a una mansión maravillosa y grande de colores coral, marfil y con detalles de mármol, unos grandes portones de madera fina eran la entrada y pese a la gran lluvia los manzanos que se asomaban por la barda tenían grandes y jugosas manzanas amarillas y verdes. Diègue bajó del carruaje con su porte desgarbado y masculino y plantó sus pesadas botas en el lodo rebuscando monedas en su bolsillo para darle un par de francos al hombre que se fue muy agradecido, volteó a ver a William y arqueó una ceja, tenía mucho tiempo que no iba a su propia casa estando instalado en París, su miedo de volver allí era bastante, más que nada porque no quería sufrir al recordar a su madre en cada rincón de ese lugar.
Caminó hacia los portones y sacó la llave para abrir, se dio cuenta que sus sirvientes se habían hecho una gran casa para ellos a unos metros de la mansión, estaba bien, finalmente cuidaban y administraban bien sus cosas, eran de la familia tal y como su madre solía decirle. No quiso molestarlos por lo que entró directamente a la casa abriendo la puerta que daba al interior de su mansión y dejó entrar primero a William -Quítate las botas, no queremos ensuciar el piso, mis siervos se esfuerzan mucho limpiando anhelando que regrese por aquí- Le explicó mientras se sacaba las botas en la entrada y dejaba caer su pesada gabardina al piso entrando descalzo a casa corriendo a la cocina, se moría de hambre -Estás en tu casa, siéntate donde quieras- Le dijo mientras se desplazaba allí.
En eso una señora entró al lugar recogiendo el desorden que Diègue había dejado...
-¡Diègue! ¡Te he dicho mil veces que me hables cuando vengas a casa! ¿En dónde estás?- Le llamó mirando entonces a William y acercándose contenta a saludarlo, era una señora adorable a la que nadie podía negarse. -¡Ohh tú debes ser uno de sus amigos! Eres adorable, y estás todo mojado, traeré una toalla para que te seques, sígueme- Le dijo caminando a uno de los muebles y sacando un par de toallas para envolver a William con estas.
El castaño tomó pan de la cocina y lo partió a la mitad, le echó jamón y queso en medio y lo partió con un cuchillo, comenzó a comer su parte y mientras caminaba de regreso a ofrecerle a William escuchó a su nana, corrió a buscarla sonriendo encantado y dejando sus panes en una mesa para extender los brazos -¡Nana!- Exclamó contento -No quería despertarte, por eso no lo hice- Le contestó mientras la abrazaba y después se separaba de forma cortés.
-¡Estás empapado, hijo!- Va por una toalla y camina tras él para envolverlo -Te puedes enfermar, ¿Qué clase de intento de comida es ese?- Le dijo señalando los panes mal cortados con cosas en medio -No, no, ya les preparo algo de comer- Tomó los panes y los miró a ambos. -¿Quién es tu amigo?-
-Ohh lo siento, él es William, nos conocimos hace tiempo en un viaje y hoy volví a encontrarme con él, William te presento a mi nana, Anne Baker-
-Es un placer hijo, se ven tan bonitos juntos- Dijo la adorable anciana pellizcando una de las mejillas de William ligeramente y después caminando frente a ellos para adentrarse a la cocina a correir los panes de Diègue. -Los dejaré solos- Dijo felizmente.
El castaño suspiró, tenía mucho que no la veía, pero ella actuó tan natural, le desconcertaba, volteó a ver a Diègue y le cubrió la cabeza con la toalla -Ni te atrevas a decir nada pedazo de tonto- Le dijo juguetón de nuevo corriendo con su toalla lejos de él con una risilla divertida, sin querer él también en plan juguetón era un niñote.
Caminó hacia los portones y sacó la llave para abrir, se dio cuenta que sus sirvientes se habían hecho una gran casa para ellos a unos metros de la mansión, estaba bien, finalmente cuidaban y administraban bien sus cosas, eran de la familia tal y como su madre solía decirle. No quiso molestarlos por lo que entró directamente a la casa abriendo la puerta que daba al interior de su mansión y dejó entrar primero a William -Quítate las botas, no queremos ensuciar el piso, mis siervos se esfuerzan mucho limpiando anhelando que regrese por aquí- Le explicó mientras se sacaba las botas en la entrada y dejaba caer su pesada gabardina al piso entrando descalzo a casa corriendo a la cocina, se moría de hambre -Estás en tu casa, siéntate donde quieras- Le dijo mientras se desplazaba allí.
En eso una señora entró al lugar recogiendo el desorden que Diègue había dejado...
- Spoiler:
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Actriz: Betty White
Personaje: Señora Mary Anne Baker (Ama de llaves principal de la mansión Rousseau, mejor amiga de la madre de Diègue y nana del mencionado).
-¡Diègue! ¡Te he dicho mil veces que me hables cuando vengas a casa! ¿En dónde estás?- Le llamó mirando entonces a William y acercándose contenta a saludarlo, era una señora adorable a la que nadie podía negarse. -¡Ohh tú debes ser uno de sus amigos! Eres adorable, y estás todo mojado, traeré una toalla para que te seques, sígueme- Le dijo caminando a uno de los muebles y sacando un par de toallas para envolver a William con estas.
El castaño tomó pan de la cocina y lo partió a la mitad, le echó jamón y queso en medio y lo partió con un cuchillo, comenzó a comer su parte y mientras caminaba de regreso a ofrecerle a William escuchó a su nana, corrió a buscarla sonriendo encantado y dejando sus panes en una mesa para extender los brazos -¡Nana!- Exclamó contento -No quería despertarte, por eso no lo hice- Le contestó mientras la abrazaba y después se separaba de forma cortés.
-¡Estás empapado, hijo!- Va por una toalla y camina tras él para envolverlo -Te puedes enfermar, ¿Qué clase de intento de comida es ese?- Le dijo señalando los panes mal cortados con cosas en medio -No, no, ya les preparo algo de comer- Tomó los panes y los miró a ambos. -¿Quién es tu amigo?-
-Ohh lo siento, él es William, nos conocimos hace tiempo en un viaje y hoy volví a encontrarme con él, William te presento a mi nana, Anne Baker-
-Es un placer hijo, se ven tan bonitos juntos- Dijo la adorable anciana pellizcando una de las mejillas de William ligeramente y después caminando frente a ellos para adentrarse a la cocina a correir los panes de Diègue. -Los dejaré solos- Dijo felizmente.
El castaño suspiró, tenía mucho que no la veía, pero ella actuó tan natural, le desconcertaba, volteó a ver a Diègue y le cubrió la cabeza con la toalla -Ni te atrevas a decir nada pedazo de tonto- Le dijo juguetón de nuevo corriendo con su toalla lejos de él con una risilla divertida, sin querer él también en plan juguetón era un niñote.
Última edición por Diègue Rousseau el Mar Oct 20, 2015 10:50 pm, editado 1 vez
Diègue Rousseau- Dseta
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Re: Acogiendo al callejero {William}
William miró el camino cuando notó que el carruaje empezó a parar y abrió unos los ojos grandes de asombro, dignos de quien posee todavía esa capacidad de curiosidad y admiración digna de los niños -¡Vaya! ¡¿Esta es tu casa?!- Exclamó sin poder creerlo, asomando la cabeza por la ventanilla para mirar esas arboledas interminables y gigantescas, junto con la soberbia fachada de lo que le pareció un color muy "femenino" para ser del gusto de un hombre como él, pero supuso que tal vez él no lo hubiera elegido.
Pasó al interior del lugar con cierta timidez, no recordaba haber estado en un lugar así de grande y ostentoso; no era la primera vez que entraba a una mansión, pero esa le pareció como de otro mundo; incluso la casa de los sirvientes era hermosa y gigantesca, por lo que era complicado imaginar cuan magistral lucía esa monumental residencia, a menos que estuvieras ahí y lo comprobaras por ti mismo. Se quedó sin palabras, mirando a su alrededor mientras se sacaba las botas -¿Eres casado?...- No pudo evitar preguntárselo con media sonrisa incrédula, cuando repasó esos adornos pintorescos y las flores frescas sobre los lustrosos muebles de caoba.
Su respuesta se apareció de repente. Bajita, canosa y maternal. William casi retrocedió con miedo, paralizándose cuando la mujer lo guió al mueble y luego se precipitó hacia él y lo rodeó con sus toallas, luego de haber presenciado ese amor que le tenía a Diègue y como éste la estimaba también, a pesar de ser como era. El ojimiel no podía entenderlo, nunca había tenido nada parecido a una madre en su vida, por eso no sabía como reaccionar. -Ham....gracias...gracias, yo lo haré...- Le dijo con su sonrisa más simpática, tratando de no sonar grosero, se apartó con gentileza de sus manos para terminar de secarse él mismo.
Se rió como tonto cuando la viejecita evidenció los panes que pretendían ser sandwiches. Pero cuando lo presentó de ese modo, el castaño se sintió mal de que el otro no hubiera mencionado lo de que William había sido un bastardo con él en esa ocasión y que su relación no había sido para nada amable...hasta ese día. Trató de recordar que debía decir -Encantado...- Recordó a tiempo, esbozando su sonrisa encantadora, con ese aire travieso; quedándose con una expresión confundida luego de que ella dijera eso y le agarrara la mejilla.
-¡jaja! ¡oh mi dulce abuelita!- Se burló él tratando de que fuera en tono bajo, para que Anne no los escuchara, pero lo delataban sus risas de chiquillo. Se quitó la toalla de la cabeza y se la lanzó al grandote, pero sólo le rozó sobre el brazo y luego se cayó al suelo. Con sus cabellos rizados y revueltos el marino lucía atractivo. Se empezó a acomodar el cabello con ambas manos, tomando su liga que traía en la muñeca, para sostenerla con su boca, teniendo las manos ocupadas en formar una coleta con su cabello -Estate quieto un momento...- Lo reprendió con seriedad, como si alguna vez se portara maduro, pero luego no pudo reprimir su sonrisa divertida, cuidándolo con el rabillo del ojo para que no fuera a tomarlo desprevenido.
Pasó al interior del lugar con cierta timidez, no recordaba haber estado en un lugar así de grande y ostentoso; no era la primera vez que entraba a una mansión, pero esa le pareció como de otro mundo; incluso la casa de los sirvientes era hermosa y gigantesca, por lo que era complicado imaginar cuan magistral lucía esa monumental residencia, a menos que estuvieras ahí y lo comprobaras por ti mismo. Se quedó sin palabras, mirando a su alrededor mientras se sacaba las botas -¿Eres casado?...- No pudo evitar preguntárselo con media sonrisa incrédula, cuando repasó esos adornos pintorescos y las flores frescas sobre los lustrosos muebles de caoba.
Su respuesta se apareció de repente. Bajita, canosa y maternal. William casi retrocedió con miedo, paralizándose cuando la mujer lo guió al mueble y luego se precipitó hacia él y lo rodeó con sus toallas, luego de haber presenciado ese amor que le tenía a Diègue y como éste la estimaba también, a pesar de ser como era. El ojimiel no podía entenderlo, nunca había tenido nada parecido a una madre en su vida, por eso no sabía como reaccionar. -Ham....gracias...gracias, yo lo haré...- Le dijo con su sonrisa más simpática, tratando de no sonar grosero, se apartó con gentileza de sus manos para terminar de secarse él mismo.
Se rió como tonto cuando la viejecita evidenció los panes que pretendían ser sandwiches. Pero cuando lo presentó de ese modo, el castaño se sintió mal de que el otro no hubiera mencionado lo de que William había sido un bastardo con él en esa ocasión y que su relación no había sido para nada amable...hasta ese día. Trató de recordar que debía decir -Encantado...- Recordó a tiempo, esbozando su sonrisa encantadora, con ese aire travieso; quedándose con una expresión confundida luego de que ella dijera eso y le agarrara la mejilla.
-¡jaja! ¡oh mi dulce abuelita!- Se burló él tratando de que fuera en tono bajo, para que Anne no los escuchara, pero lo delataban sus risas de chiquillo. Se quitó la toalla de la cabeza y se la lanzó al grandote, pero sólo le rozó sobre el brazo y luego se cayó al suelo. Con sus cabellos rizados y revueltos el marino lucía atractivo. Se empezó a acomodar el cabello con ambas manos, tomando su liga que traía en la muñeca, para sostenerla con su boca, teniendo las manos ocupadas en formar una coleta con su cabello -Estate quieto un momento...- Lo reprendió con seriedad, como si alguna vez se portara maduro, pero luego no pudo reprimir su sonrisa divertida, cuidándolo con el rabillo del ojo para que no fuera a tomarlo desprevenido.
William DuPont- Dseta
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Re: Acogiendo al callejero {William}
Diègue obviamente no se rió de eso, le molestó su burla tonta por lo que se apresuró a depositar un puñetazo contra el hombro ajeno haciendo que este con todo y su intento de peinado cayera al piso cuan largo era, de lado y sin muchas oportunidades de librarla le vio azotar en el piso sonriendo con satisfacción, se apartó entonces caminando lejos de él para desnudarse sin mucho prejuicio en ello, se sentía mojado e incómodo, era propio del salvaje que era, apenas si la ropa interior seguía en su lugar y eso por respeto a su nana, se sacudió como perro agitando la cabeza con fuerza a los lados para que el agua saliera de una buena vez, sus formas esculturales era en un pecado en ese hombre. Después de sentó en la alfombra junto a la fogata encendiendo un fósforo y prendiendo un trozo de papel para echarlo a la leña, pronto ardería mejor. No dijo nada más, así era él, impulsivo hasta más no poder, con sus cabellos castaños rizados, húmedos y revueltos en verdad se le veía como el hombre apuesto y salvaje de la selva que toda mujer fantaseaba encontrar para sí perdido entre la vegetación exótica.
Diègue Rousseau- Dseta
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Re: Acogiendo al callejero {William}
-¡Ah!- Atinó a soltar un jadeo cuando el otro lo golpeó y aunque intentó evitarlo irremediablemente se cayó al piso y se retorció un momento, que endemoniada fuerza tenía ese tipo -¡Ouch! ¡Eres un...animal! ¡Te voy a acusar con...tu nana!- Se seguía riendo como tonto ahí tirado en el piso, rodó de un lado a otro y luego se quedó acostado de espaldas, no dejaba de burlarse el zoquete después de todo, es que le resultaba muy divertido, un hombresote como aquel, tan salvaje, era protegido por esa viejecita que era un amor, en realidad era tierno. Lo vio desde ahí desnudarse y un sonrojo intenso le invadió la cara, se sentó lentamente con la mirada divagando en las escultóricas formas de su cuerpo y en sus cabellos desperdigados, rozándole los hombros. Pensó que podría babear o que podría experimentar cierto problema debajo de su cintura si no se calmaba y dejaba de mirarlo. Pero a cualquiera le hubiera resultado algo muy complicado. Se aclaró un poquito la garganta y procuró verse normal para cuando se levantó del suelo -¿Sabes? Te vendría bien un baño...- Le dijo despreocupadamente, de forma muy graciosa -yo también quisiera bañarme...¿Quién va primero?- El gitano ya se estaba dando permiso el solo, como en su casa, era un confianzudo. Se acercó a un espejo que estaba ahí cerca y al menos se acomodó un poco sus rizos, ya que no logró peinarse.
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Re: Acogiendo al callejero {William}
Diègue le miró feo por un momento y regresó la mirada al fuego con cierta fascinación en esas llamas que ardían en la chimenea, se sentía encerrado, encerrado cada que llegaba a casa, odiaba estar en casa, odiaba sentirse "seguro", odiaba esos muros, odiaba que todo allí pareciera imperecedero y estuviera exactamente igual al día en que su madre murió, pese a que esos habían sido sus deseos de chiquillo ahora los lamentaba muchísimo, porque la nostalgia le tenía encadenado a todos aquellos objetos no podía deshacerse de ellos sin enloquecer de dolor. -No puedes darme órdenes, a ti sí que te haría bien bañarte ¿Cómo cuánto llevas sin asearte?- Preguntó burlón -Haznos ese gran favor y báñate por favor.- Dijo pintando una gran sonrisa después de eso pero afortunadamente el otro no podía verla porque le daba la espalda. Si es que en serio eso quería tendría que guiarlo a su propia habitación, no dejaría que anduviera rondando por la casa ¿Y si se le perdía algo? No, no, ni arriesgarse, no quería matarlo después.
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